Henry Matisse: The Sorrows of the King (1952)
Sofía y Dama se levantaron una mañana
más en casa de su abuelo. Sofía desayunó leche con pan en la mesa de todos los
días: una mesa redonda con un mantel de cuadrados rojos y blancos. Dama comía
siempre en un plato debajo de la mesa.
Hoy era un día especial porque el
abuelo iba a comer con unos amigos, así que le hizo a su nieta una cesta con
unos bocadillos y un poco de arroz cocido para Dama. Irían a comer al río y a
cambio Sofía y Dama tendrían que volver antes a casa. Con sus sandalias amarillas, sus pantalones vaqueros y su camiseta blanca, Sofía se despidió de su abuelo
con Dama sobre la cabeza:
- ¡Adiós abuelo!
- Sí, Dama, la “Moreira” está cerca de la parada de bus número 16 del río. Yo sé ir, no te preocupes.
Y después de comer todas las moras, se tumbaron panza arriba un rato y decidieron subirse a las sandalias amarillas para ir con toda calma hacia la playa.
Henry Matisse: El laud (1943)
Y Dama le ladraba muy contenta
mirando hacia atrás mientras Sofía ya caminaba hacia el bosque. Sofía hablaba
en alto sobre todas las cosas que podrían hacer ese día: podían ir al cañón del
río, podían ir a algún bosque de los miles de bosques escondidos en el bosque,
podían ir a la playa, podían ir a donde quisieran. Y casi antes de llegar al
río, Sofía le preguntó a su perra si le apetecía ir a la playa. Dama le dio un
lengüetazo en la mejilla y entonces Sofía le preguntó si antes de ir a la
playa, le apetecía ir a comer moras a la “Moreira”, la montaña de moras que
está a la orilla del río.
- Sí, Dama, la “Moreira” está cerca de la parada de bus número 16 del río. Yo sé ir, no te preocupes.
Henry Matisse: Dos figuras tumbadas en un prado (1921)
Y después de comer todas las moras, se tumbaron panza arriba un rato y decidieron subirse a las sandalias amarillas para ir con toda calma hacia la playa.
Con la boca morada llegaron a su
cala preferida, la pequeña playa cerca de la casa de Lubina. Como tenían todo
el tiempo del mundo y hacía mucho sol, se fueron hacia un camino de árboles resguardado
del calor del mediodía. Anduvieron hasta llegar a un sitio con coches
aparcados; a la izquierda había una iglesia y a la derecha un pequeño túnel de
piedra. Entraron en el túnel, que resultó ser la parte de debajo de un puente.
Entonces oyeron un sonido muy fuerte que hizo temblar las lianas de hiedra que
colgaban y algunas piedras que estaban flojas. Sofía se quedó quieta debajo del
túnel, con la cesta de comida y su camiseta manchada de moras. Dama se metió
entre sus pies.
- No te preocupes Dama, es el tren que va a pasar por arriba. El tren pasó y Dama ladró. El tren se fue y Sofía siguió oyendo el ladrido de su perra.
- ¡Anda! ¡Ladra otra vez!
Henry Matisse: La Moulade (1905)
- No te preocupes Dama, es el tren que va a pasar por arriba. El tren pasó y Dama ladró. El tren se fue y Sofía siguió oyendo el ladrido de su perra.
- ¡Anda! ¡Ladra otra vez!
Dama ladró y las dos se quedaron
con la boca abierta porque el sonido se alargaba en el tiempo. Entonces Sofía
dijo en voz alta:
¡Me gusta el arroz con leche!
Y oyeron eche eche eche… y el
sonido se alejada hasta volver al silencio de las ramas de los árboles moviéndose
despacio.
¡Guau! -volvió a ladrar Dama.
¡Guau! -volvió a ladrar Dama.
Henri Matisse: La playa de Tanger (1911-1912)
Oyeron au au au… hasta que todo
se quedó callado y salieron corriendo del túnel. Dama se subió al regazo de
Sofía y volvieron hasta la playa, preguntándose qué habría sido ese sonido
largo que repite las palabras y las va apagando poco a poco. Llegaron a la
playa y a la sombra de un castaño extendieron una toalla y se pusieron a comer
en silencio, despacio, mirando las olas. Sofía masticaba muy despacio los
bocadillos de jamón y queso y Dama hacía lo mismo con su arroz. Se tumbaron
para ver cómo la luz se colaba por entre las hojas y echaron una pequeña siesta
en bañador. Al despertar se dieron un baño y jugaron a saltar olas en la
orilla. Cuando se cansaban volvían a rebozarse en la arena y otra vez al agua.
Cansadas de la playa volvieron al río y de vez en cuando Sofía hablaba en voz
alta para ver si las palabras se alargaban en el tiempo. Pero no se alargaban.
Pasaron por casa de Flequillo a contarle que conocieron un túnel que alargaba
las palabras hasta que desaparecían. Flequillo las invitó a entrar a su guarida
de pajas y troncos y allí les explicó el extraño fenómeno:
- Eso se llama eco. El eco
aparece en los lugares donde el sonido rebota y vuelve. Por eso cuando vas con
tus sandalias amarillas por el aire, no hay eco, porque tu voz no tropieza con
nada.
Henry Matisse: Vista de Colliure (1906)
Sofía escuchaba a Flequillo con
mucha atención. Él era el más listo de sus amigos y seguro que era el más sabio
del bosque del río Eume. Así que se volvieron a casa con una cosa nueva que
contarle a su abuelo. Los tres estuvieron regando las verduras en el huerto y
el abuelo le prometió a su nieta que mañana irían en coche a un lugar en el río
donde había mucho eco.
- ¿En serio abuelo? ¿En tu coche
amarillo?
- Sí. En el coche amarillo y a cambio hoy, después de cenar irás a dormir, Sofía, para poder soñar y mañana contarles a todos… - ¡Las aventuras que han de pasar!
- Sí. En el coche amarillo y a cambio hoy, después de cenar irás a dormir, Sofía, para poder soñar y mañana contarles a todos… - ¡Las aventuras que han de pasar!
Texto: María Peña Lombao.
Ilustraciones: Henri Matisse.
Si queréis seguir leyendo historias de Sofía y Dama os dejamos el enlace de todas las publicadas.
FUENTES:
http://www.famousartistsgallery.com/gallery/matisse-lm.html
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