sábado, 11 de enero de 2014

Au, au, au, de María Peña Lombao


Henry Matisse: The Sorrows of the King (1952) 

Sofía y Dama se levantaron una mañana más en casa de su abuelo. Sofía desayunó leche con pan en la mesa de todos los días: una mesa redonda con un mantel de cuadrados rojos y blancos. Dama comía siempre en un plato debajo de la mesa.  

Hoy era un día especial porque el abuelo iba a comer con unos amigos, así que le hizo a su nieta una cesta con unos bocadillos y un poco de arroz cocido para Dama. Irían a comer al río y a cambio Sofía y Dama tendrían que volver antes a casa. Con sus sandalias amarillas, sus pantalones vaqueros y su camiseta blanca, Sofía se despidió de su abuelo con Dama sobre la cabeza:

- ¡Adiós abuelo!

 Henry Matisse: El laud (1943)

Y Dama le ladraba muy contenta mirando hacia atrás mientras Sofía ya caminaba hacia el bosque. Sofía hablaba en alto sobre todas las cosas que podrían hacer ese día: podían ir al cañón del río, podían ir a algún bosque de los miles de bosques escondidos en el bosque, podían ir a la playa, podían ir a donde quisieran. Y casi antes de llegar al río, Sofía le preguntó a su perra si le apetecía ir a la playa. Dama le dio un lengüetazo en la mejilla y entonces Sofía le preguntó si antes de ir a la playa, le apetecía ir a comer moras a la “Moreira”, la montaña de moras que está a la orilla del río.

- Sí, Dama, la “Moreira” está cerca de la parada de bus número 16 del río. Yo sé ir, no te preocupes.

 Henry Matisse: Dos figuras tumbadas en un prado (1921)

Y después de comer todas las moras, se tumbaron panza arriba un rato y decidieron subirse a las sandalias amarillas para ir con toda calma hacia la playa.

Con la boca morada llegaron a su cala preferida, la pequeña playa cerca de la casa de Lubina. Como tenían todo el tiempo del mundo y hacía mucho sol, se fueron hacia un camino de árboles resguardado del calor del mediodía. Anduvieron hasta llegar a un sitio con coches aparcados; a la izquierda había una iglesia y a la derecha un pequeño túnel de piedra. Entraron en el túnel, que resultó ser la parte de debajo de un puente. Entonces oyeron un sonido muy fuerte que hizo temblar las lianas de hiedra que colgaban y algunas piedras que estaban flojas. Sofía se quedó quieta debajo del túnel, con la cesta de comida y su camiseta manchada de moras. Dama se metió entre sus pies.

 Henry Matisse: La Moulade (1905)

- No te preocupes Dama, es el tren que va a pasar por arriba. El tren pasó y Dama ladró. El tren se fue y Sofía siguió oyendo el ladrido de su perra.

- ¡Anda! ¡Ladra otra vez!


Dama ladró y las dos se quedaron con la boca abierta porque el sonido se alargaba en el tiempo. Entonces Sofía dijo en voz alta:
¡Me gusta el arroz  con leche!
 
Y oyeron eche eche eche… y el sonido se alejada hasta volver al silencio de las ramas de los árboles moviéndose despacio.

¡Guau! -volvió a ladrar Dama.
 Henri Matisse: La playa de Tanger (1911-1912)

Oyeron au au au… hasta que todo se quedó callado y salieron corriendo del túnel. Dama se subió al regazo de Sofía y volvieron hasta la playa, preguntándose qué habría sido ese sonido largo que repite las palabras y las va apagando poco a poco. Llegaron a la playa y a la sombra de un castaño extendieron una toalla y se pusieron a comer en silencio, despacio, mirando las olas. Sofía masticaba muy despacio los bocadillos de jamón y queso y Dama hacía lo mismo con su arroz. Se tumbaron para ver cómo la luz se colaba por entre las hojas y echaron una pequeña siesta en bañador. Al despertar se dieron un baño y jugaron a saltar olas en la orilla. Cuando se cansaban volvían a rebozarse en la arena y otra vez al agua. Cansadas de la playa volvieron al río y de vez en cuando Sofía hablaba en voz alta para ver si las palabras se alargaban en el tiempo. Pero no se alargaban. Pasaron por casa de Flequillo a contarle que conocieron un túnel que alargaba las palabras hasta que desaparecían. Flequillo las invitó a entrar a su guarida de pajas y troncos y allí les explicó el extraño fenómeno: - Eso se llama eco. El eco aparece en los lugares donde el sonido rebota y vuelve. Por eso cuando vas con tus sandalias amarillas por el aire, no hay eco, porque tu voz no tropieza con nada. 

 Henry Matisse: Vista de Colliure (1906)

Sofía escuchaba a Flequillo con mucha atención. Él era el más listo de sus amigos y seguro que era el más sabio del bosque del río Eume. Así que se volvieron a casa con una cosa nueva que contarle a su abuelo. Los tres estuvieron regando las verduras en el huerto y el abuelo le prometió a su nieta que mañana irían en coche a un lugar en el río donde había mucho eco. 

- ¿En serio abuelo? ¿En tu coche amarillo?

 - Sí. En el coche amarillo y a cambio hoy, después de cenar irás a dormir, Sofía, para poder soñar y mañana contarles a todos… - ¡Las aventuras que han de pasar!
 
Texto: María Peña Lombao.
Ilustraciones:  Henri Matisse.

Si queréis seguir leyendo historias de Sofía y Dama os dejamos el enlace de todas las publicadas.


FUENTES:
http://www.famousartistsgallery.com/gallery/matisse-lm.html

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