sábado, 7 de diciembre de 2013

El primer sábado de Julio, de María Peña Lombao


Sofía y Dama son las protegidas del bosque. Flequillo es su mejor amigo en la tierra y los alrededores del río y Lubina su amiga del mar. Flequillo le enseñó a volar y Lubina a bucear. Las vacaciones en el bosque estaban cargadas de aventuras.
Era el primer sábado de las vacaciones y los niños de la aldea estaban jugando por la Roca de Julio, al lado del río. Sofía y Dama jugaron al escondite con ellos y Dama siempre descubría los escondites de todo el mundo. Cuando les tocó a ellas esconderse se metieron detrás de una piedras con hierba que estaban en el medio del río. Para esconderse mejor y mejor abrieron un agujero entre los matorrales y siguieron la melodía de una canción que venía de lejos. Sofía nadaba con Dama en la cabeza y descubrieron una cueva llena de murciélagos que cantaban en inglés y bailaban y marcaban el ritmo con las alas. Eran miles de murciélagos unos de detrás de otros, colgados del techo, en el suelo, en todas partes. Se movían sin parar hacia la derecha y hacia la izquierda. Tenían gafas de sol y zapatillas de jugar al baloncesto, blancas y con cordones. Unos tocaban la guitarra, otros el piano, el violoncello, otros cantaban y hasta había un murciélago que tocaba la batería. A Sofía y a Dama se les metió el ritmo en el cuerpo y empezaron a bailar como ellos, moviéndose y dando palmas y se aprendieron el estribillo de la canción. Todos estaban contentos cantando y bailando meciéndose al ritmo de la música cuando los murciélagos se fueron alejando poco a poco con la melodía en el pico. Sofía y Dama se quedaron solas en la cueva moviendo los pies sin parar y tarareando la canción de los murciélagos.
Flequillo con sus gafas plateadas, le tocó en el hombro a Sofía.

-       ¡Hola Flequillo!
-       Hola pequeña Sofía –le dijo Flequillo sonriendo de oreja a oreja.
Flequillo acarició la cabeza de Dama con un lengüetazo que la hizo rodar hacia atrás unas cuantas vueltas y le preguntó a Sofía:
-   ¿Buscas la cascada? Porque hay una cascada de agua verde que nadie ha visto nunca. En el bosque se dice que los murciélagos la tienen escondida y que por eso nadie sabe donde está.
-       ¿Por qué nadie la conoce?
-       Porque todo el mundo la busca con los ojos y hay que encontrarla con los oídos.
-       Pero Flequillo, ¿cómo vas a encontrar la cascada de los murciélagos con los ojos cerrados?
-       Porque tienes que saber escuchar. Ellos son los murciélagos cantores de la cascada verde. Son músicos que forman una gran orquesta. No todo el mundo puede oír su melodía
-       ¿Qué es escuchar, Flequillo?
-       Escuchar es ver con los ojos cerrados. Por ejemplo: los murciélagos no ven, se orientan por el oído. Así es que nadie encuentra la cascada porque todos la buscan con los ojos. Sólo escuchando la canción de los murciélagos sabrás donde se encuentra la cascada verde.
Flequillo se esfumó de golpe y allí se quedaron Sofía y Dama sentadas, con los ojos apretados para oír mejor. Al poco tiempo, Dama empezó a mover las patitas y resulta que aquello empezó a coger un ritmo que a Sofía le ayudó a recordar el estribillo de aquella canción. Se dirigieron hacia la salida de la cueva cantando con los ojos cerrados, bailando con la cabeza y haciendo sonar sus pies y sus manos. Sofía cantaba en inglés y Dama en idioma de perro: decía guau guau guau con mucho ritmo y al compás.
Caminaron con los ojos cerrados, las dos juntas, concentradas y tranquilas, sin prisa. Caminaron hasta que oyeron revolotear un montón de pelusas que les hacían cosquillas en las orejas, la nariz y las piernas. Abrieron los ojos y vieron a la orquesta de murciélagos cantores volando alrededor de ellas. Se quedaron calladas moviendo la cabeza hacia los lados al ritmo de la música. Y todos los murciélagos se fueron alejando despacio. Se fueron volando pero Sofía y Dama seguían bailando la música y al desaparecer los miles de músicos de aquella orquesta del aire, vieron delante de ellas una cascada verde.
Una cascada de agua verde que se confundía con la hierba, y los árboles y las plantas. Tarareando la melodía que oían a lo lejos, se acercaron más y más y más hasta meter los pies en aquella alfombra de hierba líquida que estaba caliente y olía a flores.
-       Dama, ¿nos bañamos?
-       ¡Guau!
Y Sofía y Dama nadaron hasta el centro de la piscina de agua verde y el agua les caía muy suave en la cabeza y las dos se reían y Sofía dijo:
-       Uno…, dos…, ¡y tres!
Cogieron aire y bucearon en el agua verde hasta que se dieron media vuelta en la cama y siguieron con los ojos cerrados, escuchando el ruido de la cascada y la canción de los murciélagos cantores. Por eso ahora hay que dormir, para poder soñar y mañana contarles a todos las aventuras que han de pasar.

Si queréis seguir leyendo historias de Sofía y Dama os dejamos el enlace de todas las publicadas.



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