Sofía y Dama
son las protegidas del bosque. Flequillo es su mejor amigo en la tierra y los
alrededores del río y Lubina su amiga del mar. Flequillo le enseñó a volar y
Lubina a bucear. Las vacaciones en el bosque estaban cargadas de aventuras.
Era el
primer sábado de las vacaciones y los niños de la aldea estaban jugando por la
Roca de Julio, al lado del río. Sofía y Dama jugaron al escondite con ellos y
Dama siempre descubría los escondites de todo el mundo. Cuando les tocó a ellas
esconderse se metieron detrás de una piedras con hierba que estaban en el medio
del río. Para esconderse mejor y mejor abrieron un agujero entre los matorrales
y siguieron la melodía de una canción que venía de lejos. Sofía nadaba con Dama
en la cabeza y descubrieron una cueva llena de murciélagos que cantaban en
inglés y bailaban y marcaban el ritmo con las alas. Eran miles de murciélagos unos
de detrás de otros, colgados del techo, en el suelo, en todas partes. Se movían
sin parar hacia la derecha y hacia la izquierda. Tenían gafas de sol y zapatillas
de jugar al baloncesto, blancas y con cordones. Unos tocaban la guitarra, otros
el piano, el violoncello, otros cantaban y hasta había un murciélago que tocaba
la batería. A Sofía y a Dama se les metió el ritmo en el cuerpo y empezaron a
bailar como ellos, moviéndose y dando palmas y se aprendieron el estribillo de
la canción. Todos estaban contentos cantando y bailando meciéndose al ritmo de
la música cuando los murciélagos se fueron alejando poco a poco con la melodía
en el pico. Sofía y Dama se quedaron solas en la cueva moviendo los pies sin
parar y tarareando la canción de los murciélagos.
Flequillo
con sus gafas plateadas, le tocó en el hombro a Sofía.
-
¡Hola Flequillo!
-
Hola pequeña Sofía –le dijo Flequillo
sonriendo de oreja a oreja.
Flequillo
acarició la cabeza de Dama con un lengüetazo que la hizo rodar hacia atrás unas
cuantas vueltas y le preguntó a Sofía:
- ¿Buscas la
cascada? Porque hay una cascada de agua verde que nadie ha visto nunca. En el bosque
se dice que los murciélagos la tienen escondida y que por eso nadie sabe donde
está.
-
¿Por qué nadie la conoce?
-
Porque todo el mundo la busca con
los ojos y hay que encontrarla con los oídos.
-
Pero Flequillo, ¿cómo vas a
encontrar la cascada de los murciélagos con los ojos cerrados?
-
Porque tienes que saber escuchar.
Ellos son los murciélagos cantores de la cascada verde. Son músicos que forman
una gran orquesta. No todo el mundo puede oír su melodía
-
¿Qué es escuchar, Flequillo?
-
Escuchar es ver con los ojos
cerrados. Por ejemplo: los murciélagos no ven, se orientan por el oído. Así es
que nadie encuentra la cascada porque todos la buscan con los ojos. Sólo
escuchando la canción de los murciélagos sabrás donde se encuentra la cascada
verde.
Flequillo se esfumó de golpe y allí se
quedaron Sofía y Dama sentadas, con los ojos apretados para oír mejor. Al poco
tiempo, Dama empezó a mover las patitas y resulta que aquello empezó a coger un
ritmo que a Sofía le ayudó a recordar el estribillo de aquella canción. Se
dirigieron hacia la salida de la cueva cantando con los ojos cerrados, bailando
con la cabeza y haciendo sonar sus pies y sus manos. Sofía cantaba en inglés y
Dama en idioma de perro: decía guau guau guau con mucho ritmo y al compás.
Caminaron con los ojos cerrados, las dos
juntas, concentradas y tranquilas, sin prisa. Caminaron hasta que oyeron
revolotear un montón de pelusas que les hacían cosquillas en las orejas, la
nariz y las piernas. Abrieron los ojos y vieron a la orquesta de murciélagos
cantores volando alrededor de ellas. Se quedaron calladas moviendo la cabeza
hacia los lados al ritmo de la música. Y todos los murciélagos se fueron
alejando despacio. Se fueron volando pero Sofía y Dama seguían bailando la
música y al desaparecer los miles de músicos de aquella orquesta del aire,
vieron delante de ellas una cascada verde.
Una cascada de agua verde que se confundía
con la hierba, y los árboles y las plantas. Tarareando la melodía que oían a lo
lejos, se acercaron más y más y más hasta meter los pies en aquella alfombra de
hierba líquida que estaba caliente y olía a flores.
-
Dama, ¿nos bañamos?
-
¡Guau!
Y Sofía y Dama nadaron hasta el centro de la piscina de agua verde
y el agua les caía muy suave en la cabeza y las dos se reían y Sofía dijo:
-
Uno…, dos…, ¡y tres!
Cogieron aire y bucearon en el agua verde hasta que se dieron
media vuelta en la cama y siguieron con los ojos cerrados, escuchando el ruido
de la cascada y la canción de los murciélagos cantores. Por eso ahora hay que
dormir, para poder soñar y mañana contarles a todos las aventuras que han de
pasar.
Si queréis seguir leyendo historias de Sofía y Dama os dejamos el enlace de todas las publicadas.
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