Al día siguiente del eclipse de sol, Sofía y
Dama se fueron al bosque a buscar a Flequillo. Sofía quería saber más cosas del
sol y la luna y el cielo, porque Sofía tenía mucha curiosidad. Fueron volando
en las sandalias amarillas llamando a su amigo desde el aire. Flequillo
apareció en un claro del bosque y Sofía cambió el rumbo en dirección a su
amigo. Aparcaron al lado de Flequillo y Dama se le subió a frotarle la cabeza
con la nariz. Sofía le contó a Flequillo que ayer a la noche, desde la ventana
de su habitación, buscó la luna y el sol y no estaban. Flequillo le explicó que
la luna y el sol están siempre, aunque a veces no los veamos.
- ¿Cómo va
estar el sol siempre colgado en el cielo, Flequillo? ¡De noche no hay luz!
- ¡Anda
que no! ¡Hay luz y luces!
-
¿Farolas?
- Y
hasta linternas, Sofía. Anda, sube y te llevo al mar y habla con Lubina. Desde
el mar se manejan todos los asuntos eléctricos. Y de paso recuérdale que tiene
que devolverme la laca de uñas azul que le presté.
Subieron a lomos de Flequillo y cruzaron el embalse, bajaron el río, bordearon el pueblo pesquero y llegaron a una cala donde había cascadas de hortensias que nacían al pie de los pinos y caían hasta la arena. Flequillo se volvió al bosque y Sofía y Dama llamaron a Lubina desde la orilla. Vieron manchas de agua erizada con brillos que iban y venían, pero Lubina no sacaba la cabeza. Fueron nadando hasta las rocas más alejadas de la costa. Se sentaron y la llamaron más fuerte y apareció Lubina.
Subieron a lomos de Flequillo y cruzaron el embalse, bajaron el río, bordearon el pueblo pesquero y llegaron a una cala donde había cascadas de hortensias que nacían al pie de los pinos y caían hasta la arena. Flequillo se volvió al bosque y Sofía y Dama llamaron a Lubina desde la orilla. Vieron manchas de agua erizada con brillos que iban y venían, pero Lubina no sacaba la cabeza. Fueron nadando hasta las rocas más alejadas de la costa. Se sentaron y la llamaron más fuerte y apareció Lubina.
-
¡Lubina! ¿Dónde te habías metido mujer? Llevamos un rato
buscándote.
-
Llevé a los niños a la guardería. Está al fondo del todo Sofía, no
podía oírte
-
Es que dice Flequillo que en el cielo hay bombillas.
-
¡Jajajajaja! ¡Bombillas! Son estrellas. Las estrellas son los
lunares blancos de la noche en el cielo. Unas parpadean y otras están quietas.
Y otras, muuuuuuuuuy especiales, aparecen y desaparecen de golpe.
-
¿En el cielo?
- Sí, en el cielo. Son estrellas que caminan muy rápido. Por eso se
llaman estrellas fugaces. Tan rápido que tienes que ser muy veloz para poder
cazarlas.
-
¿Tú cazas estrellas fugaces?
- ¿Y de dónde crees que vienen estas perlas que tengo en mi collar?
Te voy a contar de donde vienen: Por la noche las estrellas se ponen muy cerca
del mar. Nosotras saltamos y las cogemos del cielo con la boca y nos hacemos
estos collares tan bonitos, que duran sólo un día. Así, con su luz, podemos ver
debajo del agua y hacer nuestras cosas: ir a la compra, al parque, limpiar las
algas de casa y todas nuestras tareas las hacemos con su luz. Por el día, como
están empapadas, las estrellas pierden su luz y se convierten en piedras
preciosas que se llaman perlas y son así de bonitas. Todas las lubinas nos
cambiamos el collar cada noche, y las perlas son nuestra moneda. En el fondo
del mar, compramos las cosas con perlas.
Sofía y Dama
miraban el collar de Lubina y luego el cielo despejado de aquel día de verano.
Y volvían a miran el collar y luego el cielo, una y otra vez y le preguntaron a
Lubina si en el cielo de casa de su abuelo había también estrellas fugaces para
hacer collares.
-
Claro, lo que pasa es que tendrás que estar muy atenta, porque son
muy difíciles de cazar. Pero te deseo mucha suerte. Seguro que te sienta de
maravilla el adorno. Además, si consigues un collar como éste, te puedo presentar
a mis amigas porque podréis bucear conmigo. Vivo en un pueblo pequeño debajo
del mar: es que me gusta estar tranquila y la vida es más barata y más cómoda.
Yo creo que os gustará.
- ¡Si! Lubina nos vamos a casa para que se haga de noche pronto
¡Ciao Lubina! Por cierto, acuérdate de llevarle a Flequillo la laca de uñas
azul, que nos dijo que te lo dijéramos.
-
¡Ok!
-
¡Hasta mañana y buena suerte! Ay, ¡casi me olvido! No te olvides
nunca de que tú y yo, y Dama y todos los seres vivos y las piedras y el mundo… todos
estamos hechos de polvo de estrellas, Sofía. Estrellas que explotaron, ¡pumba!,
hace millones de años.
Dama se
sacudió fuerte para ver si le salía el polvo, pero no salía, estaba empapada.
Sofía le prometió a Lubina que no se olvidaría nunca porque lo iba a escribir
en su diario para no olvidarse nunca jamás.
Llegaron
a casa a cenar y Sofía escribió en su diario la historia del polvo de
estrellas. Luego cenaron una tortilla francesa con azúcar y se pusieron el
pijama. Y cuando el abuelo iba a apagar la luz de la habitación de Sofía, Sofía
le preguntó le preguntó:
-
Abuelo, ¿podemos dejar la ventana abierta esta noche?
-
Claro. La noche está despejada. Igual aparece alguna estrella
fugaz y tienes que pedir un deseo
- ¡Guau! ¿Si veo una estrella fugaz puedo pedir un deseo? ¿Montañas
de polvo de estrellas fugaces? ¿Y un collar? Y…
-
Claro Sofía: el deseo que quieras.
Y mientras
Sofía pensaba en los deseos para desear cuando viniesen las estrellas fugaces y
Dama roncaba a pierna suelta, su abuelo apagó la luz. Antes de cerrar la puerta
le dio las buenas noches y le dijo: ahora hay que dormir para poder soñar y
mañana contarles a todos las aventuras que han de pasar.
Si queréis seguir leyendo historias de Sofía y Dama os dejamos el enlace de todas las publicadas.
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