Para la señora Meier cualquier excusa es buena para preocuparse. No le hacen falta tener grandes motivos, el simple hecho de que el botón de su abrigo se caiga, la cantidad de pasas que le pone a uno de sus fantásticos pasteles o los pelos de su marido, que cuando se levanta están tiesos como escobas, son motivos suficientes para vivir en continuo desasosiego.
Afortunadamente, el señor Meier, un hombre calmado y amante de su esposa, siempre está ahí para darle buenos consejos y, si la preocupación va a mayores, para prepararle estupendo té de menta.
¿Por qué te preocupas?
Aunque nieve o salga el sol,
no podemos cambiar nada.
A lo que la señora Meier responde.
Sí, ya lo sé.
Y así pasaba la desdichada señora Meier sus días, sufriendo enormemente por las múltiples desgracias que su cabeza era capaz de imaginar, hasta que de repente un hecho, que para muchos hubiese pasado desapercibido, cambió radicalmente su manera de actuar y su vida para siempre.
Al inclinarse para observar si las calabazas estaban en flor,
la señora
Meier vio delante de ella esa cosa pequeña,
desnuda, tumbada boca abajo,
con unos gruesos párpados azules muy cerrados.
Por primera vez su carácter obsesivo tenía un motivo real por
el que preocuparse, su cabeza se olvidó de los botones, de los
pasteles, de los accidentes de autobuses frente a la puerta de su casa y
el número de vendas que necesitaba para poder ayudar. Se olvidó del
frío, de los guantes, de la oscuridad y de las flores de calabaza y
puso todas sus energías en ayudar a ese ser indefenso que se había
encontrado en su verdulería.
Después de mirarlo un buen rato
un tanto desconcertada [...]
la señora Meier [...] se apresuró a bajar
por la colina hasta la casa.
Buscó por todas pàrtes hasta que por fin encontró
algo parecido a un nido.
Y le dijo a su marido:
Voy a criarlo
Y aquí comienza una aventura apasionante, en donde la señora Meier vuelca todas sus energías y las ventajas que ese carácter, cuanto menos obstinado, pueda tener para sacar adelante a su precioso Mirlo llegando a hacer por él las cosas más insospechadas, aquellas que parecían realmente imposibles. La señora Meier es capaz incluso de subirse a lo más alto del cerezo para que su Pichón aprenda volar.
Y vaya si aprendió.
Una bella historia sobre el amor incondicional, sobre la amistad y la bondad. Sobre la búsqueda de la felicidad que obtendremos aprendiendo a vivir el momento y valorando lo que tenemos olvidándonos de ataduras absurdas, de problemas sin importancia que nos hacen la vida muy complicada. Una felicidad que muchas veces viene de la empatía, del cariño, del amor... de ayudar al otro cuando nos necesita.
Si te apetece seguir leyendo títulos que hemos reseñado pincha en el siguiente enlace.
No hay comentarios:
Publicar un comentario