Enseñar a un niño que en esta vida hay tiempo para todo no es fácil y menos si se trata de afectos. Lo queremos todo en el momento y si algo o alguien nos gusta lo queremos tener siempre con nosotros. Compartir todos los segundos de tu vida con él, compartir tus juegos, tus vivencias como si no hubiese más cosas ni más gente en este mundo. La historia de hoy nos enseña que uno debe saber disfrutar de todo, también de la soledad.
Y se columpiaba
y se columpiaba
y se columpiaba,
sin parar.
Coco es un cocodrilo realmente tímido al que le encanta columpiarse por la noche mientras nadie le ve. Lo hace cada día a la luz de la luna en silencio durante horas y al amanecer, antes de que lleguen los niños al parque, regresa a su pequeña casa situada en la orilla del río, escondida entre las cañas para que nadie la descubra. Coco disfruta tanto columpiándose en silencio que incluso se mece en la hamaca que tiene en su casa.
Su vida ha sido así durante años y es feliz y hubiera seguido siendo feliz de esta manera no ser porque un día se cruza en su camino Paula, una niña intrépida que descubre que las huellas de la arena del parque no son de un animal cualquiera.
Paula sabía un montón de cosas sobre todo tipo de animales
[...]
Y supo al momento que
las pisadas eran inconfundiblemente
pisadas de cocodrilo.
Pero como suele suceder tantas veces el resto de los niños no le creyeron y, lo que es peor, se burlaron de ella.
¿Y qué hace por aquí un cocodrilo?
¿Columpiarse?
Paula lejos de achantarse por las burlas de sus amigos listillos decide investigar y seguir el rastro de las huellas. Éstas le llevan hasta la pequeña cabaña del río en la que vive Coco.
Cuando Paula se asoma por la ventana allí está Coco durmiendo plácidamente.
Paula y Coco se miraron sorprendidos y
en silencio durante largo rato,
con esas miradas
que se convierten en amistad como
por arte de magia.
Y así comenzó una amistad tremendamente especial, tanto que tan siquiera necesitaban hablar para saber lo que el otro quería. Pero una amistad que también les dejaba tiempo para otras, tiempo para ellos mismos, por eso, algunas noches Coco mientras Paula dormía volvía al parque y se columpiaba solo, para poder seguir disfrutando, como hacía antes, del silencio y la soledad.
Ahora sabía que hay tiempo para la amistad
y tiempo para la soledad.
Y que las dos son tan maravillosas como
un columpio que viene y va.
Una historia sencilla y amable, escrita de un modo fácilmente identificable por los más pequeños que nos contrapone dos personalidades: la de Paula, una niña extrovertida y despierta y la de Coco un cocodrilo cuya timidez le hace huir de las personas. Dos personajes antagónicos que consiguen ser realmente amigos, porque aprenden algo vital en la amistad: el respeto al otro, a su tiempo, a sus gustos, a su personalidad...
Una historia que nos habla de lo importante que es compartir nuestro tiempo con los demás, pero sin olvidarnos de nosotros mismos, de su nuestro tiempo ese que nos permite descubrirnos, saber cómo somos, ese que Coco disfrutaba en su columpio en el silencio de la noche.
No puedo acabar el post sin destacar que la historia no sería la misma sin las expresivas ilustraciones creadas por Emilio Urberuaga, Premio Nacional de ilustración 2011 y creador, entre otros muchísimos, de un personaje que a todos os sonará, Manolito Gafotas. En ¿Qué hace un cocodrilo por la noche? realiza unas ilustraciones a doble página, en vivos colores y con la composición y luminosidad perfecta para cada escena y en las que con escasoso trazos está maravillosamente reflejada la personalidad de sus protagonistas. Realmente geniales.
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