con finas florituras, vajillas de oro y plata y carrozas doradas.
Arthur Rackham, 1933
Pero desgraciadamente este hombre también tenía la barba azul lo que le daba un aspecto
desagradable y terrible por lo que no había muchacha que no huyese ante su sola presencia.
Una de sus vecinas, una dama muy noble, tenía dos hijas de extraordinaria belleza.
Jennie Harbour, 1921
Él le pidió que le diese en matrimonio a una de las dos pero ninguna de ellas quería aceptar,
y se cedían el pretendiente la una a la otra.
Pero su barba no era lo único que les desagradaba de él. También estaba el hecho de saber que ya
se había casado en varias ocasiones y que no se había vuelto a saber nada de ninguna de sus mujeres.
Zhdann
Barbazul, con la intención de conocerlas mejor las invitó con su madre, tres o cuatro de sus mejores amigas
y algunos otros jóvenes, a una de sus casas de campo.
A. H. Watson, 1927
y pasaron allí ocho días completos.
y pasaron allí ocho días completos.
Edmund Dulac, 1910
Se dedicaron a dar paseos, ir a pescar, meredar, organizar bailes y festines.
Walter Crane, 1875
Y la verdad es que lo pasaron tan bien que la menor empezó a no encontrar tan fea la barba
de su anfitrión
Harry Clarke
y a pensar que no era tan mala persona.
y a pensar que no era tan mala persona.
Edmund Dulac, 1910
En cuanto se fueron a la ciudad se celebraron los esponsales.
Benjamin Lacombe
Y al cabo de un mes Barbazul le dijo a su mujer que tenía que hacer un viaje urgente
y que estaría fuera dos semanas. Y que en su ausencia invitase a unas amigas y que lo pasarán
lo mejor posible.
Mónica Calvo, 2011
Le dio las llaves de los dos grandes desvanes, la de la vajilla de los días especiales,
la de los cofres donde guardaba las joyas y la llave maestras de todas las estancias.
Gustave Doré, 1861
También le dejo una llave pequeñita que correspondía a su gabinete.
Harry Clarke, 1922
Pero en este caso las indicaciones fueron muy distintas:
Puedes abrir todas las estancias de la casa, tocarlo todo, pero por favor jamás entres en
mi gabinete porque nada te podrá salvar de mi cólera.
Thierry Dedieu
Ella le prometió obedecer fielmente cuanto acababa de ordenársele;
y él, después de darle un beso, montó en su caballo...
Walter Crane, 1875
...y emprendió el viaje.
Mónica Calvo, 2011
Por supuesto las vecinas y amigas no se hicieron de rogar
y en menos de lo que canta un gallo estaban visitando cada una de las estancias.
Arthur Rackham, 1933
Recorrieron los gabinetes, los guadarropas, subieron a los desvanes... y no pararon de hacer elogios
y de envidiar la suerte de su amiga ante tanta riqueza.
Gustave Doré, 1861
Pero ésta no se divertía nada contemplando sus posesiones pues una única cosa ocupaba su cabeza y
no era otra que la fuerte tentación que sentía de abrir la puerta del gabinete de su marido.
Edmund Dulac, 1910
Llegó a sentirse tan invadida por la curiosidad, que sin pararse a pensar en las consecuencias que tendría,
ni en lo incorrecto de su proceder, se escurrió por una escalera secreta y
sin contar nada a sus amigas subió hasta el gabinete.
Jennie Harbour, 1921
Una vez en la puerta, pese a meditarlo unos segundos, pudo más la tentación.
Cogió la llavecita y abrió la puerta con mano temblorosa.
Edmund Dulac, 1910
Al principio no vio nada, porque estaban las ventanas cerradas.
Otto Brausewetter, 1865
Pero al cabo de unos instantes comenzó a darse cuenta que el suelo estaba inundado de sangre,
y que en esa sangre se reflejaban los cuerpos de varias mujeres muertas, colgadas a lo largo de las paredes.
Mateus Ríos
ERAN LAS MUJERES DE BARBA AZUL!!!
Yulia Veleeva
Creyó que se moría de miedo. Incluso la llave se le cayó al suelo.
Hermann Vogel, 1887
Apenas hubo recuperado el aliento se agachó para recogerla y
salió de allí despavorida, cerrando la puerta tras de sí.
G.P. Jacomb Hood, 1889
Como no lograba sosegar su ánimo subió a su cuarto y
allí se dio cuenta de que la llave estaba cubierta de sangre.
Hizo tres intentos para limpiarla, pero la sangre no salía.
Por más que frotaba y frotaba la sangre permanecía allí.
La llave estaba encantada.
W. Heath Robinson, 1921
Y esa misma noche Barba Azul volvió a casa. En medio del camino había recibido una carta en la
que se le decía que el negocio para el que se le había requerido había concluido con éxito.
Kay Nielsen, 1930
Al día siguiente, Barba Azul pidió que le devolviera las llaves, y ella se las entregó con
la mano tan temblorosa que no le costó nada adivinar lo que había pasado.
A. H. Watson, 1927
¿Cómo es que la llave del gabinete no está aquí con las otras? -Preguntó Barbazul
Seguramente me la habré olvidado arriba, encima de la mesa. -le contestó su mujer
Edmund Dulac, 1910
No dejes de dármela lo más prontro posible.
Thorn Bulle
Y pese a darle los más variados pretextos al final no le quedó más remedio que darle la llave.
Jennie Harbour, 1921
En cuanto la vio Barba Azul le preguntó por la sangre y ella le contestó que
no sabía de qué le hablaba.
Pues volverás a entrar y
ocuparás tu puesto junto con las mujeres que allí has visto.
Al oír esto ella se le arrojó a los pies de su marido llorando y pidiendo perdón,
con todas las muestras de un sincero arrepentimiento.
Pero nada hizo cambiar de opinión a Barba Azul.
Carles Ferrandiz, 1974
Por mucho que ruegues, nada me hará cambiar de opinión -le gritaba Barba Azul.
A. H. Watson, 1927
Has de morir, señora mía -continúo chillando Barba Azul.
A. Reypolsky
Pero ella le suplicó, que ya que su destino estaba escrito, por favor,
le concediera un rato para encomendarse a Dios.
Te concedo medio cuarto de hora -respondió Barba Azul- ni medio minuto más.
lo mejor posible.
Mónica Calvo, 2011
Le dio las llaves de los dos grandes desvanes, la de la vajilla de los días especiales,
la de los cofres donde guardaba las joyas y la llave maestras de todas las estancias.
Gustave Doré, 1861
También le dejo una llave pequeñita que correspondía a su gabinete.
Harry Clarke, 1922
Pero en este caso las indicaciones fueron muy distintas:
Puedes abrir todas las estancias de la casa, tocarlo todo, pero por favor jamás entres en
mi gabinete porque nada te podrá salvar de mi cólera.
Thierry Dedieu
Ella le prometió obedecer fielmente cuanto acababa de ordenársele;
y él, después de darle un beso, montó en su caballo...
Walter Crane, 1875
...y emprendió el viaje.
Mónica Calvo, 2011
Por supuesto las vecinas y amigas no se hicieron de rogar
y en menos de lo que canta un gallo estaban visitando cada una de las estancias.
Arthur Rackham, 1933
Recorrieron los gabinetes, los guadarropas, subieron a los desvanes... y no pararon de hacer elogios
y de envidiar la suerte de su amiga ante tanta riqueza.
Gustave Doré, 1861
Pero ésta no se divertía nada contemplando sus posesiones pues una única cosa ocupaba su cabeza y
no era otra que la fuerte tentación que sentía de abrir la puerta del gabinete de su marido.
Edmund Dulac, 1910
Llegó a sentirse tan invadida por la curiosidad, que sin pararse a pensar en las consecuencias que tendría,
ni en lo incorrecto de su proceder, se escurrió por una escalera secreta y
sin contar nada a sus amigas subió hasta el gabinete.
Jennie Harbour, 1921
Una vez en la puerta, pese a meditarlo unos segundos, pudo más la tentación.
Cogió la llavecita y abrió la puerta con mano temblorosa.
Edmund Dulac, 1910
Al principio no vio nada, porque estaban las ventanas cerradas.
Otto Brausewetter, 1865
Pero al cabo de unos instantes comenzó a darse cuenta que el suelo estaba inundado de sangre,
y que en esa sangre se reflejaban los cuerpos de varias mujeres muertas, colgadas a lo largo de las paredes.
Mateus Ríos
ERAN LAS MUJERES DE BARBA AZUL!!!
Yulia Veleeva
Creyó que se moría de miedo. Incluso la llave se le cayó al suelo.
Hermann Vogel, 1887
Apenas hubo recuperado el aliento se agachó para recogerla y
salió de allí despavorida, cerrando la puerta tras de sí.
G.P. Jacomb Hood, 1889
Como no lograba sosegar su ánimo subió a su cuarto y
allí se dio cuenta de que la llave estaba cubierta de sangre.
Hizo tres intentos para limpiarla, pero la sangre no salía.
Por más que frotaba y frotaba la sangre permanecía allí.
La llave estaba encantada.
W. Heath Robinson, 1921
Y esa misma noche Barba Azul volvió a casa. En medio del camino había recibido una carta en la
que se le decía que el negocio para el que se le había requerido había concluido con éxito.
Kay Nielsen, 1930
Al día siguiente, Barba Azul pidió que le devolviera las llaves, y ella se las entregó con
la mano tan temblorosa que no le costó nada adivinar lo que había pasado.
A. H. Watson, 1927
¿Cómo es que la llave del gabinete no está aquí con las otras? -Preguntó Barbazul
Seguramente me la habré olvidado arriba, encima de la mesa. -le contestó su mujer
Edmund Dulac, 1910
No dejes de dármela lo más prontro posible.
Thorn Bulle
Y pese a darle los más variados pretextos al final no le quedó más remedio que darle la llave.
Jennie Harbour, 1921
En cuanto la vio Barba Azul le preguntó por la sangre y ella le contestó que
no sabía de qué le hablaba.
Walter Crane, 1875
Cómo que no sabes nada- le dijo Barbazul- Has entrado en el gabinete ¿eh? Pues volverás a entrar y
ocuparás tu puesto junto con las mujeres que allí has visto.
Al oír esto ella se le arrojó a los pies de su marido llorando y pidiendo perdón,
con todas las muestras de un sincero arrepentimiento.
Pero nada hizo cambiar de opinión a Barba Azul.
Carles Ferrandiz, 1974
Por mucho que ruegues, nada me hará cambiar de opinión -le gritaba Barba Azul.
A. H. Watson, 1927
Has de morir, señora mía -continúo chillando Barba Azul.
A. Reypolsky
Pero ella le suplicó, que ya que su destino estaba escrito, por favor,
le concediera un rato para encomendarse a Dios.
Te concedo medio cuarto de hora -respondió Barba Azul- ni medio minuto más.
W. Heath Robinson, 1921
Una vez se vio sola, llamó a su hermana, le contó lo sucedido y le dijo:
-Ana, hermana mía, sube a lo alto de la torre, mis hermanos prometieron venir a verme esta tarde.
Si les ves, por favor, hazles señas para que se apresuren.
Edmund Dulac, 1910
Y así lo hizo su hermana, pero cada vez que la pobre chica le preguntaba,
su hemana respondía lo mismo:
-No veo nada. Únicamente el sol deslumbrando y al hierba verdeando.
W. Heath Robinson, 1921
Mientras tanto, Barba Azul con un machete en la mano le gritaba a su mujer:
-Baja, inmediatamente o subiré yo.
Edmund Dulac, 1910
Sólo un minuto, por favor un minuto- le respondía su mujer. Y al mismo tiempo, volvía a insistir.
-Ana, hermana, no ves a nadie.
Gustave Doré, 1861
Sí, sí veo una gran polvareda que se acerca.
¿Son mis hermanos?
No, no lo siento, pasan de largo.
Eric Battut, 2002
Y Barba Azul volvía a insistir:
-Es que ¿no vas a bajar?
Sí, sí le decía ella desde su alcoba volviendo a preguntar:
-Ana, por favor, dime ¿ ves algo?
Jennie Harbour, 1921
Veo a dos caballeros que se dirigen hacia acá... pero todavía están lejos...No soy capaz de asegurarlo...
¡ALABADO SEA EL SEÑOR, SON NUESTROS HERMANOS!
Voy a hacerles señas para que se den prisa.
Walter Crane, 1875
Pero Barba Azul, impaciente como estaba de tanto esperar, se puso a dar grandes gritos:
-De nada te servirá tanta demora
¡HAS DE MORIRRR!
Ch. Wischniowski
Y la pobre mujer, desesperada bajó y se arrodilló a sus pies.
Pero Barba Azul volvió a repetir la misma sentencia:
-De nada te servirán tus ruegos. Tienes que
MORIRRRR.
Y cogiéndole por los cabellos con una mano y levantando la otra con un machete,
se dispuso a cortarle la cabeza.
Frédéric Theodore Lix
Pero justo en ese instante, llamaron a la puerta con tanta fuerza que Barba Azul se detuvo en seco.
Al instante entraron dos caballeros espada en mano corriendo derechos hacia Barba Azul.
Walter Crane, 1875
Y pese que en un principio se apresuró a huir para ponerse a salvo: ellos lo persiguieron tan de cerca...
Eric Battut, 2002
...que lo alcanzaron antes de que consiguiera llegar a la escalinata.
Gustave Doré, 1861
Y allí, sin piedad, le atravesaron el cuerpo con una espada y le dejaron moribundo en el suelo.
Su pobre mujer había pasado tanto miedo que estaba casi tan muerta como su marido
y no tenía fuerzas ni para abrazar a sus hermanos.
Herbert Cole, 1906
Al cabo de un tiempo se descubrió que Barba Azul no había dejado más herederos que su mujer, así que nuestra protagonista quedaba como dueña de todos sus bienes.
Parte del dinero lo empleó en casar a su hermana Ana con un gentilhombre que estaba enamorado de ella; otra parte la dedicó a adquirir honores para sus hermanos y el resto para casarse ella misma con un hombre bueno que le hizó olvidar todo lo que Barba Azul le había hecho pasar.
Derek Sullivan
Y colorín colorado nuestro Barba Azul se ha acabado.
Si os ha gustado y queréis leer más cuentos clásicos contados a partir de sus mejores ilustradores, pinchad en las siguientes imágenes.
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Como siempre, genial. ¡Gracias! :)
ResponderEliminarMe encanta, pero me gustaría conocer la autoría de la imagen nº 48. Era le cuento que leía de niña y llevo mucho tiempo intentando saber quién realizó sus ilustraciones. Gracias.
ResponderEliminarLo siento muchísimo Mª José pero no te puedo ayudar. Ausencia de autor no es un error. Desconoce la autoría de esta imagen. Un saludo y muchas gracias por leernos
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