Había una vez un leñador y una leñadora que tenían siete hijos todos varones.
Como eran muy pobres, sus hijos suponían una pesada carga para ellos
porque ninguno de los siete estaba todavía en edad de ganarse la vida.
Louis Marvy, 1843
Pero lo que más les entristecía era que el pequeño era muy delicado y no hablaba palabra, habiendo llegado
los padres a tomarlo por retrasado mental. [...] Como era pequeñísimo y cuando vino al mundo no
levantaba del suelo más que la altura de un dedo pulgar, le pusieron de nombre
Pulgarcito.
Arthur Rackham, 1920
Este pobre niño era la víctima de la casa y siempre le echaban la culpa de todo. Y sin embargo,
era el más listo y avispado de todos los hermanos y, aunque hablaba poco, escuchaba muho.
Rebecca de Dautremer
Vino un año de tanta escasez y el hambre llegó a ser tanto que aquella gente resolvió deshacerse de sus hijos.
Una tarde, cuando los niños estaban en la cama, el leñador y su mujer
se sentaron frente al fuego y él le dijo:
-Ya ves que tenemos nada para dar de comer a nuestros hijos,
así que pese a lo que me cueste he decidido llevarlos
Giovana Ranaldi, 2013
Por mucho que su marido le hacía considerar su extremada pobreza no lograba convercerla [...]
Pero después de mucho pensar en el dolor que suponía verlos morirse de hambre,
acabó consistiendo y se fue a acostar.
Gustave Doré, 1861
Pulgarcito que había escuchado toda la discusión, pues estaba escondido debajo de un taburete,
no dijo nada y se fue a la cama, pero no durmió en toda la noche pensando en lo que debía hacer.
A la mañana siguiente se levantó muy temprano fue al río que había más cercano a casa y se llenó todos sus bolsillos de piedrecitas blancas.
y, sin que nadie se percatase de su ausencia, regresó a casa.
Margaret Evans Prince, 1921
Después los siete hermanos acompañados de sus padres salieron
Gustave Doré, 1962
El leñador se puso a cortar leña y sus hijos a recoger ramitas.
El padre y la madre, al verlos tan entretenidos
El padre y la madre, al verlos tan entretenidos
se fueron alejándose sigilosamente y huyeron por un senderito apartado.
Cuando los niños se vieron solos y perdidos, se echaron a llorar a pleno pulmón.
Peter Newell, 1907
Pulgarcito les dejaba llorar porque tenía el secreto de cómo volver a casa: según se habían adentrado
en el bosque había dejado caer a lo largo del camino las piedrecitas blancas que llevaba en el bolsillo.
Así que les dijo:
No tengáis miedo, hermanos míos; nuestros padres nos han dejado aquí solos y abandonados,
pero yo se cómo volver a llevaros a casa.
Margaret Evans Prince, 1921
Le siguieron y les condujo a casa por el mismo camino que les había traído.
Cuando el leñador y su mujer regresaron a casa, se encontraron con que el señor de la villa les había
enviado diez escudos que les debía desde había muchísimo tiempo.
Con el dinero el leñador mando a su mujer a la carnicería y compraron tres veces más cantidad
de carne de la que necesitaban para la cena.
Cuando ya estaban saciados la leñadora comenzó a decir:
-¡Qué pena tengo!, ¿qué habrá sido de nuestros niños? Cuánto les gustaría esta cena.
Ay que arrpentida estoy, nunca debimos dejarlos.
Y tantas veces lo repitió que el leñador se enfando con ella.
Pero la leñadora seguía llorando y diciendo:
-¡Ay mis hijos! Mis pobres hijos...
En una de esas veces sus hijos, que guiados por Pulgarcito habían vuleto a la casa y se encontraban tras la puerta escuchando, la oyeron y el interrupieron a coro:
-Aquí estamos, aquí estamos.
Heinrich Leutemann- Carl Offterdinger
¡Ay qué Alegría veros!- dijo la madre. Estaréis muy cansados y tendréis hambre.
Venga sentaros a la mesa y comer.
Y se sentaron a la mesa y comieron con un apetito que hizo las delicias de sus padres.
Gustave Doré, 1861
Y aunque esas gentes estuvieron encantadas de ver a sus hijos, la alegría
les duró lo que los diez escudos.
Y cuando se acabó el dinero, volvieron las angustias y los problemas, y volvieron
a abandonar a sus hijos en el bosque.
Honor C. Appleton, 1911
Y aunque hurdieron muy secretamente su plan volvieron a ser oídos por Pulgarcito,
quien decidió arreglarselas igual que la otra vez.
Pero esta vez, al encontarrse la puerta cerrada con tres llaves no pudo salir
a por piedritas por lo que hubo de cambiar de plan.
Giovana Ranaldi, 2013
Cogió el pan del desayuno y se le ocurrió desmigarlo y dejar caer las migas a lo largo el
camino como si fuesen piedritas
Así cuando sus padres los abandonaron nuevamente en un lugar oscuro y apartado
del bosque, Pulgarcito no se preocupó porque confiaba encontrar fácilmente el camino de vuelta.
Pero esta vez el chasco fue grande pues no encontraron ni una sola
miguita: los pájaros se las habían comido.
Margaret Evans Prince, 1921
Así que los niños comenzaron a desesperarse pues cuanto más se movían más se desorientaban.
Además se hizo de noche y se levantó un viento que daba un miedo horroroso.
Giovana Ranaldi, 2013
Al viento le siguió la lluvia que les caló hasta los huesos; a cada paso que daban se escurrían
y se caían en el fango.
Los pobres niños no sabían qué hacer.
Gustave Doré, 1861
Pulgarcito decidió subir a un árbol por ver si divisaba algo.
Y tras mirar en todos direcciones, vio a lo lejos un leve resplandor, como la luz de una vela.
Pero la deseperación volvió a apoderarse de ellos cuando bajo del árbol,
porque ya en tierra no se veía ninguna luz.
Patricia Metola
Pero a fuerza de andar durante bastante tiempo con sus hermanos
en la dirección en la que habían visto la luz, volvieron a verla a la salida del bosque.
Benjamin Laforge, 1920
Y llegaron a la casa de la que salía aquella luz.
Felix Lorioux
Llamaron a la puerta y les abrió una mujer que les preguntó qué querían.
Margaret Evans Prince, 1921
Pulgarcito le dijo que eran unos niños pobres que se habían
perdido en el bosque y que le pedían por caridad,
que les dejaran pasar la noche.
La señora les explicó que habían ido a parar
a la peor casa posible pues allí vivía un ogro que se comía a los niños.
Por favor señora, por favor ayúdenos- le suplicaron los pequeños.
Y la buena mujer creyendo que los podía esconder de su marido hasta el día siguiente,
les dejo entrar y los llevó al fuego para que se calentarán.
Margaret Evans Prince, 1921
Cuando habían empezado a calentarse oyeron tres o cuatro aldabonazos en la puerta.
Era el ogro que regresaba a casa.
Rápidamente la mujer los escondió debajo de la cama y fue a abrir.
Gustave Doré, 1861
Lo primero que preguntó el ogro fue si la cena estaba preparada y luego se sentó a la mesa
para beberse una buena copa de vino.
Pero el ogro, cuyo olfato era prodigioso, notaba algo extraño en el ambiente que le recordaba
al olor de la carne fresca. Y dijo a su mujer
-Huelo a niño-
Y mientras decía estas palabras se levantó y se dirigió derechito hacía la cama.
Heinrich Leutemann- Carl Offterdinger
-Con que me querías engañar, ¿eh?
Si no fuese tan vieja te comía a ti también.
Gustave Doré, 1861
Los pobres niños se pusieron de rodillas pidiendo clemencia.
Pero el ogro lejos de tener compasión mientras los deboraba con la mirada pidió a su mujer que hiciese
una salsa para acompañarlos.
Y cuando ya estaba agarrando por la pierna a uno de ellos...
Vladimir Mihajlovic Konasevic, 1923
... ella le dijo:
Con todo lo que has comido, te sabrán mucho mejor si te los comes mañana.
Y tras pensarlo unos segundos, el ogro le dio la razón y le dijo:
Dales bien de comer no sea que se adelgazen y acuéstalos.
Jean-Jacques Grandville, 1836
Y así lo hizo la buena mujer. Les dio una estupenda cena que los niños, muertos de miedo como
estaban ni probaron y los acostó. Y él continúo bebiendo todo el vino
que pudo hasta quedarse dormido.
estaban ni probaron y los acostó. Y él continúo bebiendo todo el vino
que pudo hasta quedarse dormido.
El ogro tenía siete hijitas, que ya apuntaban maneras pues les gustaba mucho la carne fresca,
que dormían todas juntas en una cama cada una con su corona.
que dormían todas juntas en una cama cada una con su corona.
Las ogritas se habían acostado temprano y como en la habitación había otra cama fue allí donde
la mujer del ogro acostó a los siete hermanos.
Pero como Pulgarcito era consciente de que el ogro podía matarlos durante la noche, se levantó
y decidió quitar a las ogritas las coronas y ponerselas a sus hermanos.
Así si el ogro tenía remordimientos durante la noche de no habérselos comido
sería a ellas a quien incaría el diente.
Gustave Doré, 1861
Y así fue, en medio de la noche el ogró subió a la habitación donde estaban acostados los niños
y buscó las cabecitas en las que no había corona, pues sabía que sus princesitas siempre dormían
con ellas y sin vacilar ni medio segundo les cortó la cabeza.
En cuanto pulgarcito oyó roncar al ogró despertó a sus hermanos y les hizo salir volando de allí y
correr durante toda la noche.
A la mañana siguiente cuando el ogro ed despertó le dijo a su mujer que subiese arriba a prepararle
a los niños pero cuando su mujer vio a sus siete hijas decapitadas y nadando en sangre
se desmayó.
El ogró
pensando que su mujer tardaba mucho tiempo porque necesitaba ayuda, subió
y al ver el
espectáculo cogió las botas de las siete leguas y dijo:
-Me las pagaran
Y sin perder tiempo salió tras ellos.
George Cruikshank, 1853
Y tras
recorrer varias millas por fin se metió en el camino por el que iban los
niños quienes estaban
muy cerca de la casa de sus padres.
Cuando
Pulgarcito vio al ogro que pasaba de una montaña a otra y vadeaba los
ríos con la misma facilidad que si fuesen arroyuelos, se escondió junto
con sus hermanos detrás de una roca.
Anne Anderson, 1935
Y el ogro que estaba muy fatigado después de la larga caminata decidió descansar y se fue a sentar
justo en la roca que habían elegido los
niños. Y como no podía más de cansancio se durmió.
Arthur Rackham, 1933
Pulgarcito que como siempre era el más avispado de sus hermanos les aconsejo
que se fuesen corriendo a casa.
Henry Morin, 1920
Y aprovechando que el ogro dormía Pulgarcito se acercó a él y le quitó
la bota con mucho cuidado.
Aunque eran muy anchas y muy grandes como
estaban encantadas tenían el don de adaptarse
al pie de quien se las ponía. Así
que Pulgarcito se fue volando a casa de la mujer del ogro.
Honor C. Appleton, 1911
Y allí se encontró a la mujer del ogro llorando como una magdalena por la muerte de su hijas.
-Vuestro marido, le dijo Pulgarcito, está en un grave peligro pues
lo ha secuestrado unabanda de ladrones y le matarán
si no les entrega todo el oro y la plata que tengan.
La mujer asustadísima y muy enamorada como estaba de su marido le dijo que cojiera todo
cuanto tenían, pues no se quería verse sin hijas ni marido en este mundo.
Pere Formiguer, 1994
Aunque no todo el mundo está de acuerdo con el cuento en este punto. Hay otros que creen que
Pulgarcito jamás robo al ogro sino que en cuanto se calzó las botas se dirigió a la corte
y ofreció sus servicios al rey por los que amasó una gran fortuna.
Un dinero que acabó con todos los problemas de su familia.
Harry Clarke, 1922
Preciosas ilustraciones. Algunas tienen un atractivo y una fuerza especial. Lo comparto con mucho gusto. Encantada de haber conocido tu blog.Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias Marybel por tus palabras. Esperamos seguir viéndote por aquí
ResponderEliminar¡Ana, alucinante! ¡Vaya trabajazo reunir todas esas ilustraciones! ¡Siempre me dejáis con la boca abierta! ¡Gracias por compartir!
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