sábado, 22 de marzo de 2014

Plumas azules



Flequillo recogió a Sofía y Dama a las diez en punto. Atravesaron el bosque en silencio. Con Dama en la cabeza, Sofía se subió a lo alto de la Roca de Julio y colocó a todas las criaturas del bosque a su alrededor.
A las diez y cuarto, los topos reflectantes, los murciélagos, los zorros, los salmones, las lubinas, los lobos, las lagartijas, los gorriones, las garzas, las bandadas de estorninos, los lobos, las liebres, las cabras, los tigres de la zona y todos los animales que os podáis imaginar, esperaban las órdenes de Sofía:

-        ¡Lo primero es!

Y todos los animales levantaron las orejas…

-        ¿Por qué los eucaliptos quieren venir a vivir aquí? –dijo Sofía en voz alta


El auditorio de pájaros, mamíferos, insectos y peces se quedó con la boca abierta…

-        Porque aquí tenemos agua y humedad, en Galicia llueve mucho. Ellos quieren vivir en el bosque y alrededor del río y secar nuestro suelo y crecerán tan altos que apenas veremos el sol.

Las copas de los árboles del bosque, desde la última montaña tierra adentro hasta el último arbusto que crece al lado de la playa, se estremecieron. Un viento sacudió el pelo de Flequillo, que se encontraba en la piedra más alta de aquella ladera, vigilando la llegada de los árboles de Australia.

-        ¡Lo segundo es!
Y todos los animales abrieron mucho los ojos…

-        Tenemos que impedir que los eucaliptos se paren aquí. Tenemos que desorientarlos para que se vayan a otra parte. Tenemos que esconder el bosque.

Y todos los animales se subieron en las dos patas traseras y los pájaros abrieron las alas y  los peces se pusieron de pie…

-        ¡Lo tercero es!

El público que ya no aguantaba la curiosidad por conocer el plan, abrió la boca tanto que a algunos de ellos les dio el hipo. Hip! Hip! Y los compañeros les sacudían con palmaditas en la espalada para que se les pasase.

-        El viejo Eume inventó el río azul, así que nos cubriremos todos con azul y pensarán que somos mar y pasarán de largo. Lubina: vuelve al mar y manda al mensajero salmón más rápido en cuanto los veas venir. Flequillo: silva fuerte como nunca y todos nos agacharemos y de tan azules que nos vamos a poner, parecerá que este bosque nunca ha existido.

De entre todos los topos reflectantes, que se pusieron gafas de sol como los murciélagos, uno le tiró del vestido a la pequeña Sofía.

-        ¡Ps! ¡Pssss! …señorita, ¿y cómo piensa la señorita que nos convertiremos en azules?


-        Muy fácil topo: tenemos que darle de comer a azulino tanto, tanto, tanto que del empacho al esfumarse bañe el bosque de plumas azules de la playa hasta la montaña más alta. Así quedarán cubiertos los caminos y los árboles. En casa del viejo Eume fabricaremos una pócima que beberemos para ponernos azules.

-        ¿Y que pasa si nos descubren?

-        Tenemos un plan B: los zorros pequeños, las cabras, los conejos y las hormigas se encargarán de recoger moras y en caso de que nos descubran tendremos que cubrir a azulino de moras para que les asuste y los murciélagos tendrán que maullar como si fueran gatos del aire.

-        ¿Y un plan C, señorita Sofía?

-        El plan C, topo, lo sabréis si es necesario ponerlo en marcha –y Sofía dirigió su mirada hacia el árbol más alto del río.

-        Azulino, ¿has oído bien? Come mucho, come mucho, mucho, mucho aire. Y nada de nubes de aquí en adelante hasta nuevas órdenes.

Azulino soltó una pluma en señal de afirmación. La pluma cayó en la cabeza de Dama. Dama puso la pluma en la diadema de Sofía y todos los animales del bosque se dispersaron. Unos a recoger moras, otros hacia la cabaña de Eume y otros recogieron ramas para abanicar a Azulino y que engordase mucho.

Todos se pusieron manos a la obra. El zorro Flequillo vigilaba desde lo alto de bosque, Lubina en el mar. Sofía encendió las sandalias amarillas y sobrevoló el terreno con Dama en brazos. Llegaron hasta hasta la cabaña del viejo Eume. Allí, donde estaban las plantas rojas y la nube que siempre llovía, Eume creó el fuego. Y después creó el agua para salvar el bosque del incendio que sin querer había creado. Allí, donde el río nace, se encontraban todas las familias de animales dispuestas a beber la pócima que les teñiría de azul. Llegaban mareas de animales que hacían cola a la puerta de la cabaña de madera, que más parecía una parada de bus. Dama se sentó delante de la olla gigante que aún reposaba sobre unos leños y Sofía se fue a hablar con las plantas de tallo rojizo que ya empezaban a tener brotes verdes. Tal vez, ellas sabrían la pócima que tiñó la nube que vive encima de la cabaña, la nube azul que todo lo moja de azul.


Era cuestión de horas que los eucaliptos llegasen al río que lleva el nombre del viejo Eume. No había un minuto que perder. Oscurecía en Galicia y en el bosque nadie paraba de trabajar. Sofía volvió a casa con la seguridad de que Flequillo la despertaría si el momento azul había llegado. La niña de los ojos del río Eume dejó su pluma azul en la mesilla y se fue a dormir para poder soñar, y mañana contarles a todos, las aventuras que han de pasar.

Texto: María Peña Lombao
Ilustraciones: Gustav Klimt

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