Vendría la guerra. Sofía
no paraba de pensar en que la guerra venía de camino y había que evitarla como
fuese. Azulino, la gran llama de
plumas azules, le advirtió a Sofía que se acercaba una guerra de árboles. Una
especie nueva de Australia quería colonizar el bosque de Eume y los árboles que
vivían allí hace miles de años, estaban preparados para defender su territorio.
Sofía y Dama salieron
de casa del abuelo preparadas para la gran aventura. Después de seguir pistas y
más pistas por las montañas y el río, por fin descubrieron cual era su misión
en el bosque. Se pusieron a andar en dirección a la Roca de Julio pensando en
reunirse allí con Azulino y y Flequillo. Detrás de ellas, caminaban montones de
ardillas, erizos, conejos, cabras y todos los animales que vivían en el bosque.
Sofía que iba muy concentrada y no se dio cuenta de que todas las criaturas del
bosque se habían levantado para seguirla. Dama -que sí se dio cuenta-, jugaba
con las crías de tigre que le tiraban del rabo. Las pequeñas cabras le tiraban
del rabo a las crías de tigre y así todos en manada, con los bebés del Eume al
frente, seguían a Sofía y Dama con la intención de ayudar en la defensa de los
árboles del bosque.
Cuando llegaron a
La Roca de Julio, Sofía vio que la estación de metro estaba abierta. Por un
lateral de la piedra empezaron a subir los topos reflectantes uno detrás de
otro y Sofía le preguntó a uno de ellos:
-
¿Hoy no trabajáis topos?
-
Hoy el metro está cortado. Hoy no
se trabaja en el bosque. Todos los animales estamos esperando una solución para
ayudar a nuestros amigos los árboles en esta batalla
-
Pero… ¿todos, todos, todos los
animales del bosque estáis esperando?
El topo le indicó
con el hocico que mirase para atrás y Sofía no pudo más que sorprenderse al ver
la cantidad de animales que tenía de su parte. Había algunos viejos conocidos
pero también cientos de habitantes del Eume que la pequeña aventurera desconocía.
Al darse la vuelta Sofía, Dama y todos abuelos y crías de todas las especies
posibles, se sentaron a oir a Sofía. Hasta los murciélagos estaban allí,
apoyados sobre las cabras más viejas. Las crías de lobo, con lo traviesas que
son, se sentaron atentas y obedientes para escuchar a Sofía. Dama soltó un
ladrido mirando al río porque una masa de espuma blanca estab subiendo por el
Eume. Eran los que faltaban, salmones, truchas y… lubinas.
-
¡Lubina! ¡Tú también!
-
¡Cómo iba a faltar! Hombre… tuvimos que subir a nado porque hoy el
bus no funciona, pero estos salmones tan atractivos nos enseñaron el camino de
agua salada que atraviesa el río y la verdad que teneis un río bien cómodo de
nadar, Sofía. Creo que mis lubinas y yo podremos ayudar desde el agua.
Todos, todos los
amigos de Sofía estaban allí. El bosque atlántico quedó en silencio. Eran las once
de la mañana más o menos cuando apareció Flequillo. Sofía se subió a lomos del
Tigre con gafas y se abrieron paso entre la multitud de animales dispuestos a
pelear por sus amigos abedules, fresnos y castaños. Topos, conejos, gatos
salvajes, caballos, lobos, cabras, murciélagos… todos miraban a Sofía con los
ojos muy abiertos y la veían dirigirse al árbol de azulino.
Una vez allí, Sofía
miró hacia la última rama de aquel árbol azul y le dijo al cielo:
-
Azulino, estoy aquí para ayudaros.
Ven y dime qué guerra es esa que tiene atemorizadas a todas las criaturas del
bosque.
Una bola de plumas
azules descendió por el árbol dejando tras de sí una polvareda azul.
-
Se llaman Eucaliptos. Es una
especie de árboles que viene de Australia. Quieren quedarse a vivir en el Eume.
Es una especie invasora que seca la tierra. Si se asientan en esta zona secarán
todos los árboles porque son ladrones de luz y agua. Son tan altos que el valle
y el monte quedarán en sombra para siempre. Los árboles de aquí no verán la
luz, no beberán agua, no podrán crecer ni brillarán sus hojas.
-
¿Cómo son esos árboles? ¿Cómo los
reconoceré?
-
Son tallos finos y altos, con
hojas alargadas. Crecen muy rápido. Flequillo –le preguntó azulino- ¿Cuál es el
árbol más viejo del Eume?
-
Este donde vives, Azulino
-
Exactamente, Flequillo…
Y mirando a Sofía
siguió explicándole a ella y a todo el bosque los peligros que acechaban:
-
Este árbol tiene trescientos años
y mide unos diez metros de alto. Un eucalipto adulto llega a medir hasta quince
metros de alto en menos de diez años. Cuando son pequeños el color de sus hojas
es gris y crecen hasta en medio de las rocas. Si llegan al cañón del Eume, allí
donde están los árboles viejos viven entre las rocas, el agua y los helechos,
habremos perdido los árboles más sabios del atlántico. Los árboles del cañón
son habladores y fueron los primeros árboles que nacieron cuando el viejo Eume
nos regaló el río. Este es un bosque atlántico, el océano atlántico es nuestro
vecino. Los eucaliptos vienen de otro océano, el Pacífico. Allí tienen otras
normas, otros hábitos, otras costumbres.
-
Hmmm… eucaliptos. Ese es su
nombre… y… ¿cuántos vendrán? ¿Y cuándo?
-
Están a punto de llegar, la tierra
tiembla más cada día. Escucha.
Lo cierto es que se
oían pasos de árboles cada vez más cerca.
-
No descansan, no duermen, vienen
derechos desde el pueblo –le dijo Azulino a Sofía- Mañana tal vez estén aquí.
Vendrán cientos.
-
Necesito trazar un plan
-
El bosque así lo espera, eres la
niña de sus ojos.
-
Ahora voy a cenar con mi abuelo.
Sofía dirigió su
voz y su mirada hacia la enorme reunión de animales de todas las especies y les
dijo:
-
Mañana a mediodía os espero aquí a
todos. Ahora descansad en vuestras guaridas y comed ración doble antes de iros
a la cama, pues cuando todo empiece, tal vez no tengamos tiempo ni para comer
ni para dormir.
Todo el batallón de
animales, pájaros incluidos, asintió a la vez. Los animales que ayer
correteaban libres por el bosque, se convertirán en guerreros a partir de
mañana.
-
Flequillo, ¿mañana me vienes a
buscar? No quiero malgastar la batería de mis sandalias amarillas
-
Claro Sofía. Os recojo a las dos a
las diez de la mañana.
Sofía cenó con su
abuelo y Dama se dedicó a comer mucho, tanto que se quedó dormida antes de que
Sofía apagase la luz de la mesilla.
-
Buenas noches abuelo
-
Buenas noches Sofía: a dormir,
para poder soñar y mañana contarles a todos, las aventuras que han de pasar.
Ilustraciones: Pablo Picasso
Texto: María Peña Lombao
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