EL CUENTO DEL
GATO TOMÁS
(The Tale of Tom Kitten)
por
BEATRIX POTTER
Érase una vez tres preciosos gatitos, llamados Tomás, Felina y Minina.
Tenían abrigos de pelusa blanda y esponjosa, y se pasaban todo el día jugando a la puerta de su casa y revolcándose en el polvo.
Pero un día su madre -la señora Milagros Miau- había invitado a unos amigos a tomar el té, por lo que fue a buscar a sus gatitos, para lavarlos y vestirlos, antes de que llegaran las visitas.
Primero les lavó las caras (esta es Minina).
Luego les cepilló el pelo (esta es Felina).
Luego les peinó la cola y los bigotes (este es Tomás).
Tomás era un gatito muy muy travieso al que, incluso, le gustaba arañar.
Tomás era un gatito muy muy travieso al que, incluso, le gustaba arañar.
La señora Milagros vistió a sus hijitas con delantales limpios y baberos de encaje y después buscó en la cómoda ropa con la que vestir a su hijo Tomás. Eligió la más elegante- e incómoda- que encontró.
Tomás estaba muy gordo y además había crecido; así que cuando se puso la ropa los botones comenzaron a saltar. Su madre los cosió de nuevo.
Cuando los tres gatitos estuvieron listos, la señora Milagros cometió el error de llevarlos al jardín, y así ella poder preparar tranquila las tostadas con mantequilla para la merienda.
Cuando los tres gatitos estuvieron listos, la señora Milagros cometió el error de llevarlos al jardín, y así ella poder preparar tranquila las tostadas con mantequilla para la merienda.
-¡Ahora niños, por favor no os ensuciéis la ropa!- les advirtió la señora Milagros- ¡Debéis andar, como los gatos educados, a dos patas!
¡Ni se os ocurra acercaros ni al vertero ni a la pocilga!
y por supuesto ¡no debéis ir a casa
de la gallina Sally ni de la oca Carlota!
Minina y Felina caminaron vacilantes hacia el jardín. No tardaron mucho en tropezar con sus delantales y caerse de bruces al suelo.
Cuando se levantaron, ¡su ropa estaba cubierta de manchas verdes!
-Subamos por la rocalla, y nos sentamos en la tapia del jardín- propuso Minina
Colocaron sus delantales al revés y se fueron saltando y brincando hacia la rocalla. El babero de Minina se cayó en el camino.
Tomás apenas podía caminar sobre sus patas traseras porque los pantalones le quedaban estrechos. Subió por la rocalla con gran dificultad, abriéndose paso entre los helechos, mientras los botones de la ropa se le iban cayendo.
Cuando llegó a lo alto de la tapia su ropa estaba hecha pedazos.
Minina y Felina trataron de arreglarlo...¡pero lo estropearon áun más! Se les cayó el sombrero y los pocos botones que le quedaban al traje.
Mientras estaban en esas oyeron unos pasitos y vieron aparecer, al otro lado de la tapia, a tres ocas, marchando una detrás de otra y marcando el paso... un, dos, tres ¡hip!, un, dos, tres ¡hop!
Las tres ocas se detuvieron y se quedaron mirando a los gatitos. Parecían muy sorprendidas por lo que veían sus ojos.
Las tres ocas se detuvieron y se quedaron mirando a los gatitos. Parecían muy sorprendidas por lo que veían sus ojos.
Entonces las dos señoras ocas, la oca Rebeca y la oca Jemima recogieron el sombrero y el babero y se lo pusieron en la cabeza.
La escena era tan divertida que Felina se echó a reir...¡tanto se rió que se cayó de la tapia! Minina y Tomás bajaron tras ella. Cuando llegaron abajo se les había caído el resto de la ropa.
-¡Por favor! Señor Gansón -dijo Minina- ¡Ayúdenos a vestirlo!
El señor Gansón avanzó lentamente y recogió la ropa con el pico.
Pero en lugar de vestir a Tomás... ¡se las puso a sí mismo! La ropa le quedaba aún peor que a Tomás.
Pero en lugar de vestir a Tomás... ¡se las puso a sí mismo! La ropa le quedaba aún peor que a Tomás.
-Una hermosa mañana,¿No os parece?- dijo el señor Gansón.
Y el señor Gansón, abriendo la marcha, seguido de las señoras Jemima y Rebeca, se alejó con paso firme -un, dos, tres ¡hip!, un, dos, tres ¡hop!- por el camino.
Entonces apareció en el jardín la señora Milagros Miau y se sorprendió muchísimo cuando vio a sus gatitos en lo alto de la tapia sin ropa.
Los bajó de la tapia, les dio unos azotes y se los llevó de vuelta a la casa.
Los mandó al piso de arriba y cuando llegaron sus amigas les dijo que sus hijos estaban en la cama con... ¡¡¡sarampión!!! ( ¡Lo cual no era cierto!).
Mis amigos llegarán en un minuto y vosotros con esta pinta -
dijo la señora Milagros
Pero ¿no os da verguenza?
¡Todo lo contrario! ¡Los gatitos no estaban en la cama!¡Ni muchísimo menos!
Además había ruidos muy extraños que alteraban la dignidad y la compostura de los invitados a la merienda de la señora Milagros...
Será mejor que no os diga lo que sucedió cuando doña Milagros Miau subió al piso de arriba. Creo que deberé escribir otro libro para contároslo...
Además había ruidos muy extraños que alteraban la dignidad y la compostura de los invitados a la merienda de la señora Milagros...
Será mejor que no os diga lo que sucedió cuando doña Milagros Miau subió al piso de arriba. Creo que deberé escribir otro libro para contároslo...
En cuanto a las ocas, éstas se fueron al estanque y allí perdieron toda la ropa porque ya no tenía ningún botón.
El señor Gansón y las ocas Jemima y Rebeca, buscaron las ropas sin ningún resultado. ¡Probablemente todavía hoy siguen buscándolas!
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