Tras proclamarse vencedor del concurso de tiro con arco (aquí) Ulises dirigió una nueva flecha hacia Antínoo, quien se hallaba en una mesa disfrutando de su copa.
-¡Ahora seréis testigos de cómo mi arco alcanza otro importante objetivo!-Ulises dirigió su flecha hacia cuello de Antínoo quien en un segundo cayó desplomado con la flecha atravesándole la garganta. Los pretendientes no podían creer lo que acaba de suceder. El mendigo había matado a uno de sus jefes.
Miserable mendigo. Has matado a nuestro jefe, Antínoo -gritaban enfurecidos
Semejante ofensa no podía quedar así. Debía ser vengada por lo que rápidamente los pretendientes fueron a descolgar sus armas de las paredes. Pero la sorpresa que les esperaba era todavía mayor: los muros estaban vacíos. Desesperados, sus ojos recorrían la sala una y otra vez, pero no había duda.
Alguien les había quitado sus armas, les había dejado desarmados.
Ulises disfruta del momento.
Creísteis que nunca volvería. Pues aquí estoy para vengarme de cada uno de vosotros. Para vengarme de aquellos que en mi ausencia se han metido en la cama de mis criadas y han cortejado a mi esposa. Para vengarme de quienes han querido usurparme mi casa, mi reino.
Vuestro destino va a ser el mismo que el de vuestro jefe Antínoo.
El terror comienza a asomar en los rostros de cada uno de los pretendientes. Saben que la lucha que les espera va a ser terrible. Todos entran en batalla. Las flechas, las espadas, las jabalinas, las mesas como escudo... todo lo que es podáis imaginar vuela por la sala. Es una lucha a muerte, sin posibilidad de redención.
Tras unos minutos los cuerpos comienzan a caer al suelo, la sangre empieza a mancharlo todo... Es entonces cuando la diosa Atenea decide acudir en ayuda de Ulises y suyos, convirtiéndose primero en escudo que impide a las flechas de los pretendientes dar en el blanco y más tarde en siniestra sombra que atemoriza al bando rival y le hace dispersarse por la sala corriendo cual rebaño, momento que Ulises utiliza para saltar sobre los que quedaban.
Cuando todo esta dispuesto hace su aparición en la sala la bella Penélope. La hace cabizbaja y pensativa pues no quiere creer lo que sus sirvientas le vienen anunciando.
Es demasiado grande el miedo que tiene la reina a que alguien le juegue otra mala pasada y se haga pasar por Ulises.Ulises nota la desconfianza y la entiende. Penélope necesita tiempo y una prueba para volver a creer y él se la va a dar.
Dirigiéndose a la nodriza le dice:
Nodriza, por favor prepárame un lecho donde pueda pasar la noche pues esta reina ha decidido que pese a llevar veinte años separada de su marido dormirá sola.
Haz lo que él te pide. Prepárale una habitación fuera de la cámara nupcial pero saca de ella la cama que allí se encuentra.
Ulises acababa de comprender el plan de Penélope y sonríe para sus adentros. Sigue siendo la misma reina inteligente y bella de la que se enamoró hace muchos años, pero fingiendo estar enojado le dice:
Cómo se te ocurre semejante idea. No recuerdas que fui yo quien tallo esa cama con la madera de un tronco de olivo enraizado y vivo. Tampoco recuerdas que alrededor de ella levanté las paredes.
Es imposible sacar esa cama de nuestro lecho nupcial. Ni cortando el tronco sería posible.
La felicidad de Penélope es tan grande que cree desfallecer. Solamente Ulises conocía el secreto de su lecho... Ulises, su amor, su amigo, su compañero ha vuelto. Tenían mucho que contarse pero ya habrá tiempo. Ahora es el momento de disfrutar por fin el uno del otro.
Ulises tras más de veinte años ha recuperado su hogar.
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