Allá donde se acaba el mundo
en el país donde da la vuelta el viento
vivía una cebra de nombre Camila.
Como en aquel lugar el viento era tan travieso
Camila tenía que andar con mucho cuidado
para no perder su vestimenta.
Así comienza esta preciosa historia que desde el año 2000 que fue editada por primera vez por Kalandraka, sigue cautivando a grandes y pequeños. En ella se nos narran las andanza de Camila, una cebra que un día decide desoír los consejos de su madre y salir de casa sin calzones ni tirantes.
Nuestra pobre cebra tuvo muy mala suerte pues el viento aprovechó la situación y se llevó siete rayas de su vestido, dejándola blanca y desharrapada cual una mula. Cuando Camila se vio con su nuevo aspecto no pudo evitar romper a llorar una lágrima por cada raya perdida.
Por supuesto la historia de Camila no va a quedar así. Nuestra pobre cebra iniciará un paseo por el bosque en el que se encontrará con distintos personajes (una serpiente, una araña, un caracol, un arcoiris, una cigarra...). Siete personajes para siete lágrimas que actuarán de la misma manera: se acercarán a Camila para averiguar cuál es el motivo de sus lloros y le intentarán ayudar entregándole algo desinteresadamente. Algo que le permita recuperar sus rayas, olvidar su pena y así sentir mejor.
Preciosa historia de amistad, solidaridad, empatía y generosidad que con un texto simple y de estructura encadenada y unas ilustraciones muy expresivas y de aparente simplicidad enganchará e implicará desde la primera lectura a nuestros chavales.
Una historia que además de trasmitir esos fantásticos valores también nos puede servir para reflexionar con ellos sobre lo que supone hacerse mayor: sobre la búsqueda de autonomía e independencia; sobre querer perseguir nuestros propios sueños aunque con ello nos salgamos del camino marcado por nuestros padres; sobre saltarse las reglas, sobre cometer errores... En definitiva eso que tanto miedo nos da a los mayores, que todos hemos vivido y que todos nuestros niños tendrán que vivir: el paso de la niñez a la adolescencia y en esa transición, al igual que le sucede a la cebra Camila seguirán necesitándonos a todos nosotros: padres, profes, abuelos, tíos... Seguirán necesitándonos muchísimo, aunque eso sí de otra manera: sin calzones ni tirantes que les impidan ser ellos mimos.
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