Durante el largo invierno,
los niños raíces duermen
bajo tierra.
"¡Despertad, despertad
pequeños, ya es hora:
pronto será primavera!"
Y todos se desperezan,
se estiran y se sacuden
el pelo desgreñado
Enseguida se disponen
a coser su ropa de primavera.
Con agujas, alfileres,
tijeras y dedal:
ya casi están listos.
Después van a mostrar
a la Buena Madre Tierra
lo que cada uno hizo
con tanto esmero.
Ella, uno tras otro,
los mira y repasa.
Les dice sonriendo:
"Vestíos, rápido".
Los más mayores,
entretanto, no han olvidado
su tarea, con esponja,
cepillo, pinturas y pinceles.
"Venga, escarabajos, vamos
mariquitas que hay mucho que
hacer".
Y se ponen, todos juntos,
manos a la obra.
Al fin en los campos
ya es primavera.
Y como una gran tira de
colores salen al
mundo y cantan
a las flores, a los
insectos y a las pequeñas
hierbas.
En la espesura del bosque
verás al lirio de los valles,
bien temprano en flor,
al más juguetón de los niños
asustando a un caracol
y a una bonita violeta
ocultándose tras un árbol.
Juegan durante todo el día
con los no-me-olvides
en un arroyo,
y como si ed una pequeña reina
se tratase el lirio del
agua se deja mecer por los
niños
En la verde pradera,
junto a los trigales,
danzan de la mano la hierba,
las flores y los insectos.
¡Mucha alegría!
¡Ojalá siempre fuese verano!
Pero llega el otoño, con su
viento y sus tormentas, que les devuelve
rápidamente a casa, donde les
recibe de nuevo la Madre Tierra
y les dice:
"Ahora pequeños id a la cama,
y dormid hasta que
otro año vuelva a nacer!"
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