La pasada semana os contaba cómo los griegos, gracias a la astucia de Ulises, habían conseguido entrar en la ciudad de Troya y vencer una guerra que ya llevaba diez años enfrentando a Griegos y Troyanos (aquí).
El odio, la guerra, el estar tanto tiempo lejos de sus familias les hizo mostrar su peor cara, esa de la que todos nos avergonzaríamos
Y dejando todo devastado pusieron rumbo a su amada Grecia.
La caída de Troya por Johann Georg Trautmann
Pero los dioses, que ante todo les gusta la gente justa y honrada, cuando vieron semejante comportamiento no pudieron dejar de condenarlo y castigarlo.
Los griegos, a los que la conciencia por las tropelías cometidas
les empieza a pesar demasiado,
van a ver como la vuelta a casa se complicará y mucho.
Esa flota vencedora y unida que ha partido de Troya en cuanto está en alta mar comienza a dispersarse y cada jefe marcará el rumbo con el que llegar a sus anheladas playas. Algunos, probablemente aquellos a los que el demonio de la guerra no les hizo cometer grandes fechorías, llegaron sanos y salvos a sus casas. Pero sobre otros, en cambio, cayó la desgracía. Muchos de ellos nunca llegaron a puerto y alguno, como el propio rey Agamenón, encontró la muerte al poco de conseguir volver a su hogar.
¿Y Ulises?, me preguntaréis. ¿También se había comportado tan horriblemente? No, Ulises, el astuto, el pícaro, no fue especialmente malvado en la conquista de Troya, aunque como partícipe en tan cruenta guerra la historia de su vuelta a casa no fue ni mucho menos sencilla.
Veinte años llevó a Ulises regresar a su amada Ítaca.
Veinte años en los que los dioses pusieron a él y a la pequeña flota de doce navíos que estaba a su cargo, todo tipo de pruebas. Unas pruebas que le llevarán a un mundo fastamagórico, más allá de las fronteras conocidas, de ese Okeanos que marcaba los límites para los griegos y en el que se las tendrá que ver con monstruos, terrores marinos, hechiceras, princesas, descensos a los infiernos, ofertas de inmortalidad... todo tipo de calamidades, vivencias, argucias en las que como dijo Jean Pierre Vernant Ulises nos mostrará que además del héroe de la astucia y la inteligencia es el héroe de la paciencia, la resistencia, la memoria y la fidelidad a uno mismo y a lo que más quiere: su mujer Penélope y su amado hijo Telémaco.
Pero todas estas aventuras que componen la Odisea de Ulises os las contaremos a partir de la próxima semana.
Háblame, Musa, de aquel varón de multiforme ingenio que, después de destruir la sacra ciudad de Troya, anduvo peregrinando larguísimo tiempo, vio las poblaciones y conoció las costumbres de muchos hombres y padeció en su ánimo gran número de trabajos en su navegación por el ponto, en cuanto procuraba salvar su vida y la vuelta de sus compañeros a la patria.
Homero, Odisea I, 1 ss.
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