¿Por qué en lugar de pedir a Hércules tareas terriblemente complicadas pero que en realidad nada a él le aportaban, ordenaba como décimo trabajo algo que realmente él, rey de Micenas, desease tener?
No era sencillo, pues Euristeo tenía mucho más de lo cualquiera de nosotros soñamos, pero pensando recordó que desde hacía muchos años codiciaba en secreto algo que por creer inalcanzable había olvidado:
Tener en sus establos el ganado del gigante Gerión.
Realmente muy poca gente había visto este ganado compuesto por bueyes y vacas rojas pues su dueño era Gerión, un gigante colosal, para muchos el ser más fuerte de la tierra cuyo cuerpo tenía unas dimensiones absolutamente desproporcionadas: era triple hasta las caderas y contaban que sus piernas soportaban tres cuerpos, seis brazos y tres cabezas... ahí es nada...
Pero además Euristeo quería que la prueba fuese muy complicada y no le servía que Hércules obtuviese el ganado de cualquier manera, así que le impuso la siguiente condición:
Debes conseguir traerme el ganado de Gerión pero no puedes ni comprarlo ni pedirlo.
En otras palabras Hércules debía robar el ganado a uno de los seres más terribles de la tierra.
(Ilustración de M. Cabassa, es el gigante Gerión o, también llamado Gritón.
Fuente:
Esta vez a Hércules el viaje se le hizo eterno. Nuestro gigante habitaba al otro lado de los confines del mundo, en la isla de Eritia, en las brumas del Occidente -luego os cuento porque esa isla tiene mucho que ver con nosotros-. Para llegar allí Hércules hubo de atravesar el desierto africano, donde el calor y el sol le agobiaron de tal manera que nuestro héroe se reveló contra el dios Helio disparándole flechas envenenadas. La verdad que la osadía le podía haber salido muy cara a Hércules, pues ya sabemos que uno no suele salir muy bien parado cuando se revela contra los dioses, pero en este caso a Helio le hizo gracia la reacción del mortal y en lugar de enfandarse con él decidió ayudarle a cruzar el océano.
Si dejas de enviarme flechas te prestaré mi copa para que cruces el océano.Hércules no podía creer lo que el dios Helio le estaba ofreciendo. Ni más ni menos que su copa dorada, ésa que el sol utiliza cada noche para hacer su camino por debajo del mar y de la tierra sin que nadie le vea y así regresar a su palacio ubicado en el Oriente del mundo. Ésa gracias a la cual el sol nos sorprende cada mañana saliendo por el Este a pesar de esconderse todas las noches por el Oeste.
Y así, a bordo de la preciada copa, Hércules llegó al reino de Gerión. Nada más desembarcar en la playa, cuando apenas le había dado tiempo para divisar la montaña en la que estaba pastando el ganado, un furioso monstruo de dos cabezas y amplios colmillos se abalanzó contra él.
Era Ortro, el terrible perro -hijo de los aún más temibles Equidna y Tifón- encargado de custodiar, junto con el pastor Euritión, el ganado de Gerión.
Hércules no lo dudó un instante, cogió su ya famosa maza, esa que le acompañaba desde el primer trabajo y lo abatió de un solo golpe. En cuanto el pastor Euritión se percató de la situación acudió en ayuda de su perro, pero exactamente de la misma manera, fue vencido por Hércules.
Fuente:
Rapidamente Hércules empezó a reunir el ganado y a subirlo a la copa de oro. Cuando apenas faltaban una décena, cuando todo indicaba que el décimo trabajo iba a llegar a buen puerto...
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el suelo comenzó a temblar.
Desde ese mismo momento Hércules supo que se encontraba ante su tarea más difícil, ante la única que pese a no cumplirla en su totalidad Euristeo la daría por completada.
Nuestro héroe iba a sudar más de la cuenta para llevar los bueyes de Gerión a Micenas y el problema no iba a ser únicamente el terrible gigante. Pero vayamos poco a poco.
Como ya os he dicho, cuando apenas faltaban diez bueyes de los mil que componían el preciado ganado de Gerión por subir a la barca, el suelo comenzó a temblar. Hércules no tuvo ninguna duda de dónde provenían las sacudidas: era el gigante Gerión que se aproximaba a la playa. Pero pese a estar advertido lo que Hércules vio al girar su cabeza fue espeluznante.
Un ser colosal del tamaño de una montaña se estaba aproximando. De su tronco salían seis brazos del tamaño de seis árboles que culminaban en unos puños cerrados y duros como si de rocas se tratasen.
Por si esto fuese poco sus seis ojos miraban desde lo alto al diminuto ser que había osado matar a su perro con una sed de venganza pocas veces vista por Hércules hasta ese momento. No había tiempo para pensar. Hércules debía actuar rápidamente, solamente tenía una oportunidad pues ya sentía el aliento del gigante:
Cogió una de sus flechas envenada y la disparó.
Acababa de acertar de pleno en el corazón y el Gerión se tambaleó. Pero si recordáis de las piernas de nuestro gigante salían tres cuerpos, por lo que para acabar con él había que acabar con cada uno de sus corazones. Hércules lanzó dos flechas y...
Abatido el gigante cayó al suelo.
Hércules, ahora sí con los mil bueyes embarcados en la copa de oro, puso rumbo a Micenas. Pero con lo que no contaba nuestro héroe era que su valioso rebaño, no solamente era deseado por Euristeo también...
Iba a atraer la atención de los bandidos más famosos y peligrosos del mundo.
Así que su viaje de vuelta lejos de ser una plácida travesía en la que saborear el trabajo bien hecho, se convirtió en la más dura de las aventuras.
Hércules se las tuvo que ver con los ligures, un pueblo salvaje al que para vencer tuvo pedir ayuda a su padre Zeus, pues eran tantos que las flechas se le acabaron. Aunque probablemente la situación más complicada se la puso el ladrón más famoso de su época. ¿Sabéis cómo se llamaba? Caco. Figuraos si era famoso que les dio su nombre a todos los ladrones.
Famoso, listo y buen ejemplo de que antes se coge al mentiroso que al cojo. Si os parece, os cuento porque realmente casi logra quedarse con parte del ganado de Gerión.
Robó parte del rebaño de noche y para que Hércules no fuese capaz de seguir sus huellas se llevó las reses tirándolas de la cola, de esta manera iban dejando la huella al revés y encima pisaban sobre la huella que habían dejado al entrar. Cuando Hércules se despertó no entendía nada. Enfadado, pero sin saber qué hacer, se pusó en marcha con el rebaño que quedaba.
Pero ya os he dicho que antes se coge al mentiroso que al cojo. ¿Cómo logró Hércules encontrar su rebaño? Pues porque el propio ganado delató a Caco.
Caco para evitar que Hércules encontrase al ganado lo encerró en una cueva que tapió. Todo muy bien pensado: no había huellas, no había rastro de los animales que estaban muy bien escondidos y éstos no podían salir. Pero con lo que no contaba Caco era con que las vacas hablan entre ellas o al menos mugen. Cuando el ganado que todavía le quedaba a Hércules pasó cerca de la cueva, debieron oler y empezaron a mugir, mugido que fue devuelto por las encerradas. Os figuráis lo siguiente:
Hércules rompió la tapia y pudo recuperar la parte del ganado robado.
Pero no os creáis que la historia se acaba aquí. Ya os he dicho que estamos ante el trabajo más complicado de Hércules.
Cuando Hércules estaba prácticamente llegando a Micenas, Hera -sí, otra vez Hera- que no podía soportar que Hércules consiguiera culminar el trabajo decidió enviarle una plaga de tábanos que se dedicaron a picar a las reses. Las pobres vacas y los bueyes que no entendían nada, se empezaron a poner muy nerviosos e intentando huir de los tábanos comenzaron a correr desesperadamente dispersándose por los valles y las montañas.
Hércules no podía creer lo que estaba viendo y no sabía qué hacer. Si corría hacia la derecha, se le escapaban por la izquierda. Si corría hacia la izquierda se iban las otras... Era absolutamente desesperante.
Al final, con gran esfuerzo reunió una parte del ganado y con él se presentó donde Euristeo.
Euristeo, pese a dar por bueno el trabajo, no os creáis que se lo agradeció o al menos mostró una mínima satisfacción por el tesoro que Hércules le había traído. Lo único que hizó fue reprocharle lo mucho que había tardado en completar el décimo trabajo.
Se me olvidaba. ¿Sabéis donde estaba Eritia, ese lugar que se nos describe como las brumas de Occidente, los confines del mundo? Pues mirad el mapa.
Hasta el sur de España tuvo que venir Hércules para cumplimentar su décimo trabajo. Y es que para los Griegos Gibraltar y las "Dos columnas" de Hércules era el límite del mundo conocido, el fin del Mediterráneo. Más allá de esas fronteras un mundo de desconocimineto, de caos, de brumas, temores y leyendas. Un Océano Atlántico por descubrir...
pero esto hablaremos otro día.
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