Euristeo estaba cansado de que Hércules saliese airoso de todas las pruebas a las que le sometía. Tras su último triunfo en el que había sido capaz de acabar con las miles de aves rapaces que poblaban el lago Estínfalo y que con sus terribles picos, garras y plumas de bronce mataban y devoraban a cuanto viajero se les ponía al paso (aquí), Euristeo debía volver a pensar en un trabajo digno de Hércules y esta vez quería que fuese algo realmente complicado o que al menos le tuviese apartado por un buen tiempo del Peloponeso, en donde la gente, muy a su pesar, seguía reconociendo los actos de Hércules como si de un gran héroe se tratase.
Así que para el séptimo trabajo decidió enviarlo a Creta y enfrentarlo a lo más complicado que en esas tierras había: el toro de Creta, un descomunal animal que tenía aterrorizada a la población desde hacía bastante tiempo.
Hércules debía capturar al toro de Creta y traérselo vivo a Euristeo.
Como siempre Hércules sin rechistar, se puso en camino y mientras hacía la travesía en barco, uno de los marineros le puso en antecedentes explicándole los motivos por los que su nuevo contricante no era, ni mucho menos, un toro cualquiera.
Y es que la historia de este toro había comenzado hacía ya unos años, cuando murió Asterión, el antiguo rey de Creta. Éste tenía tres hijos que a su muerte se disputaron el trono: Minos, Serpeón y Radamantis.
Aunque la disputa acabó pronto pues el primero de ellos, bastante soberbio por cierto, decidió que él era el elegido por los dioses para asumir el trono. A sus hermanos, como os podéis figurar, la idea les pareció bastante egoísta y pretenciosa, por lo que le pidieron a Minos una prueba que certificase la predisposición de los dioses hacia él.
El problema fue que a Minos le gustó tanto, tanto, tanto el animal que se olvidó de su parte del trato y decidió conservarlo sacrificando en su lugar a otro toro.
Os podéis figurar lo que viene ahora. A quién se lo ocurre pretender engañar a un Dios. Poseidón terriblemente molesto y enfadado con Minos convirtió al bello animal en un monstruo terrible que devastaba y devoraba cuanto había a su paso y tenía aterrorizada a toda la población de Creta.
Desde entonces no hubo cercado,
ni establo, ni riendas
que pudieran con el toro de Creta.
Mientras Hércules escucha la historia, en su cabeza, una y otra vez, surgía la misma pregunta:
¿Cómo se puede dominar a un animal en el que está contenida la furia de un Dios?
Tras días de travesía llegaron al puerto de Creta. Nada más bajarse del barco Hércules se dio cuenta que estaba ante una ciudad sobrecogida, en la que el terror se sentía en el ambiente.
En sus calles no había gente,
lo único que se divisaba eran las terribles huellas dejadas por el toro:
árboles arrancados, casa destrozadas, sangre por doquier...
De repente Hércules escuchó un ruido sordo, seguido de un temblor:
Eran las patas del toro que había decidido salir de su escondite en busca de una nueva presa.
De nuevo Hércules se encontraba solo frente a la fiera y como siempre sucedía en lugar de aminalarse se enfrentó a él. Quieto, sin hacer el más mínimo ruido y con los nervios templados como el acero, esperó a tener al animal frente a él.
En el momento en que sus miradas se cruzaron el animal
arremetió contra Hércules quien consiguió echarse a un lado.
El animal no estaba aconstumbrado a que alguien le retase por lo que rápidamente volvió a la carga y fue en ese momento cuando Hércules, de un salto, logró trepar a su lomo.
Así comenzó una lucha entre el hombre y la bestia, entre el jinete y el toro. Durante horas, con Hércules agarrado a su cuerno, el toro brincaba, corcoveaba tratando de liberarse de ese inesperado jinete que vestido cual un león resistía como ningún otro ser humano hubiera podido hacerlo.
Finalmente tras horas de lucha el toro, exhausto cayó al suelo.
Hércules había conseguido domarlo
Montado en el lomo del toro Hércules cruzó el mar para volver a Grecia en donde Euristeo recibió la bestia. Os imagináis cómo le recibió, ¿verdad? Por supuesto, metido en su tinaja.
Y, ¿qué pasó con el toro? Pues que una vez que Hércules se lo hubo entregado a Euristeo, éste decidió soltarlo y la bestia continúo causando estragos, esta vez, por Grecia. Pero esta es otra historia y deberá ser otro héroe quien pueda con el toro.
Se me olvidaba, probablemente a alguno de los seguidores de esta sección, en la que de una manera amena intentamos acercar la mitología griega a nuestros chavales, os sonará la historia de Minos. Y es que en RZ100 Cuentos de boca ya hemos hablado de este rey y de este toro que, además de ser el terror de Creta, era el padre del Minotauro (aquí)
Os espero el jueves con el octavo trabajo. Tampoco lo tendrá nada fácil nuestro héroe pues se tendrá que enfrentar, ni más ni menos, que a las yeguas de Diomedes.
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