Tras trabajar en distintas cosas tuvo la oportunidad de centrarse en la escritura. Los frutos de este trabajo se empezaron a ver en 2011 fecha en el que le conceden premios tan destacados como el V Premio Villa de Pozuelo de Alarcón de Novela Juvenil por Los coleccionista; el Concurso Internacional de Narrativa Infantil 2011 por Miss Taqui y el premio Barco de Vapor en 2012 por El secreto del huevo azul. Unos premios que le supusieron una inmejorable carta de presentación para trabajar con las más prestigiosas editoriales españolas.
Es un inmenso placer contar hoy en nuestra entrevista semanal con destacados autores de la literatura infantil y juvenil hispanoamericana con Catalina González Villar.
¿Cuál es el primer libro que recuerda?
Creo que el primer libro que recuerdo es un cómic de Tom y Jerry. Tenía cinco años y estaba en el hospital porque me había roto una pierna, quizá por eso puedo fecharlo mejor que otros. También recuerdo leer las aventuras del Pato Donald, cómics de Los Pitufos, de Mortadelo y Filemón, Los Cuatro Fantásticos. Nos olvidamos a menudo de los cómics como primeras lecturas y, al menos en mi caso, estuvieron muy presentes.
Hay otros libros. Cuento de primavera, de Jill Barklem, es el primer libro con el que sentí ese flechazo que luego se ha vuelto a repetir tantas veces. Estaba entre los regalos de navidad y el recuerdo de aquella mañana de Reyes, con el salón lleno de papeles de colores y lazos, y mis padres y mis hermanos yendo de aquí para allá para comentar sus regalos, se ha quedado teñido con aquella luz de primavera que se encuentra en sus páginas. Desde entonces me encanta cuando un autor o un ilustrador crea un mundo lleno de pequeños detalles que disfrutar, y la sensación de hogar y refugio que transmiten algunas historias.
¿Cuál es el último libro que ha comprado?
Aquí una novela gráfica de Richard McGuire, publicado muy recientemente por Salamandra. Tiene una pinta espectacular. Y hace un par de días un amigo me envió por correo Open, la biografía de Agassi de la que tanto se está hablando. Tenía curiosidad y a la vez era escéptica. ¿Solo hablaban de él porque el tema, la vida de un deportista, resulta poco literario y el autor, un premio Pulizzer, ha logrado hacer algo medianamente digno? Leí el primer capítulo, que puede descargarse en la web de la editorial Duomo, y se terminaron mis dudas. Sencillamente quieres seguir leyendo.
Ilustración de Isidro R. Esquivel para Miss Taqui.
Nostra Ediciones - México D.F (México), 2014
¿Qué párrafo ha aprendido de memoria?
Aprendí de adolescente algunos poemas de Miguel Hernández, de un libro que me regalaron, y también algunos fragmentos de la obra de teatro Cyrano de Bergerac. El otro día escuché algo sobre cómo somos capaces de recordar este tipo de cosa mucho tiempo después y descubrí que sí, que al menos uno de los fragmentos de Cyrano que memoricé era capaz de recitarlo de arriba abajo sin titubear pese a que hacía años que no lo intentaba. Es ese en el que el protagonista, tras saber que su prima Beatrice no le ama, rechaza cualquier intento de hacer carrera siendo complaciente con los poderosos. En oposición a ese tipo de vida exclama: En cambio, ¡oh, dicha! vencer gracias al propio heroísmo, fiando solo en ti mismo, pudiendo siempre a placer himnos de gloria entonar o denuestos proferir, soñar, despertar, sentir, lo que es hermoso admirar... Toda una declaración de principios.
Los poemas que recordamos son una fuente de consuelo, creo. O de fortaleza. Deberíamos asegurarnos de que formasen parte del equipaje básico de cualquier persona. Esas herramientas con las que tratamos de proveer a las personas, en la familia, en la escuela, en la sociedad, para hacer frente a la vida. Solo que es una búsqueda muy personal, ¿no es cierto? Encontrar los poemas que necesitas.
Es una pregunta muy difícil de responder. Cada libro tiene algo que me gusta especialmente. Tal vez Lila Sacher y la expedición al norte, sea la más ambiciosa de las historias que he publicado hasta ahora, pero el entusiasmo de los lectores más jóvenes por El secreto de huevo azul hace que le tenga un cariño especial. Me gusta mucho la combinación de mi cuento, La Invasión Marciana, con las ilustraciones de Miguel Pang, y así podría seguir con cada uno de mis trabajo.
Ilustraciones de Tomás Hijo para El secreto del huevo azul.
SM, 2012.
Premio Barco de Vapor 2012
Hay una motivación fundamental que es la que surge de cada una de las historias que quiero contar. De esos apuntes que tomo y que a veces se quedan meses o años esperando que les llegue el turno, y un día los releo por encima y siento el mismo deseo de contar esa historia que cuando tomé esas notas apresuradas. Me encanta esa sensación, como si toda la emoción hubiese logrado mantenerse intacta. Suele ser una buena señal, suele indicar que ahí hay algo por lo que pelear. Y luego está el placer de escribir, incluso aunque no sepas qué escribirás. Algo que tiene que ver con tratar de lograr un equilibrio entre belleza, lenguaje, ritmo, claridad, que tiene que ver con las preguntas que suscita, cómo modifica tu mirada sobre el mundo y cómo el proceso te permite, a la vez, apresar y vivir de otro modo lo que te rodea. No me olvido de los lectores. Ellos también son un gran estímulo, pero de otro tipo. Esta motivación tiene más que ver con el deseo de que el libro sea el mejor libro posible, lo mejor que puedes dar tú en ese momento. Pensar que ese libro caerá en manos de quién sabe quién y que un trabajo bien hecho, una historia bien contada, puede ser significativo de un modo u otro, es una especie de refuerzo en los momentos de cansancio.
Trabajo por las mañanas y, generalmente, también por las tardes, aunque de un modo menos intenso. Por las noches no. Está claro para mí que soy más diurna que nocturna. Trabajo todos los días, siempre que esté en casa. Cuando estoy de viaje me despisto más, aunque a veces es el momento de apuntar nuevas ideas. Necesito cierto aislamiento, aunque a veces el aislamiento puede ser el ruido ensordecedor de una cafetería en la que me he sentado a leer. No soy tremendamente estricta con mis horarios, pero es cierto que he adquirido ciertos hábitos de trabajo y en ese sentido lo que hace años me parecía un desafío ahora ya no es un problema. Estoy aquí, escribo, corrijo, releo, a veces la mañana es fructífera y otras veces tengo la sensación de que no he avanzado apenas. El ritmo cambia mucho según en qué esté trabajando. Es mucho más intenso cuando tengo una nueva idea o cuando tengo claras las correcciones que necesita otra historia, y en cambio luego llegan semanas en las que salto de una cosa a otra sin lograr profundizar en nada, centrarme. Me sirve irme conociendo para tomarme con calma y perspectiva las distintas épocas.
A Buen Paso, 2014.
Humm... se me ocurren muchas posibles respuestas a esta pregunta. Un mal libro es el que hace más estúpido a quien lo lee, y esto puede suceder porque sea tramposo, porque solo se preocupe de halagar a lector, porque sea pretencioso y contagie esta falta de naturalidad a quien lo lee... Un buen libro, en cambio, toca alguna fibra de nuestro ser, desde la imaginación a nuestros principios, despierta nuestra ansia de comprender, nos acerca a los otros, nos lleva a otro libro, nos da fortaleza o consuelo, como los poemas de los que hablaba antes, nos hace reír, nos produce quizá rechazo, pero un rechazo que genera una cascada de reflexiones y nos ayuda a definirnos a nosotros mismos y a nuestra posición frente a ciertos temas. Los libros y las personas se parecen bastante, creo. Casi nunca es la brillantez intelectual o la perfección física lo que nos hace amar o rechazar a las personas que forman parte de nuestra vida, sino su honestidad, cuán felices seamos con ellos, si nos hacen ser mejores o desear ser mejores, si nos ponen en contacto con el mundo y crear lazos que nos dan seguridad en medio del vértigo.
Ilustración de Virgina Herrera para Bobú.
Pehuén Editores, 2013
¿Cómo es el estilo que desearía tener?
Algo a lo que aspiro es a la claridad. Cargo con todo mi bagaje de cosas que quiero contar, de juegos y giros y recursos que quiero explorar, de emociones, matices, intuiciones que quisiera ser capaz de atrapar, y el lugar al que quiero llegar es a esa claridad. Así que se trata de cuánto puedo hacer en esa historia, en ese relato, en esa novela, siempre y cuando no pierda la claridad. No siempre lo consigo, no tan limpiamente como quisiera. Es una lucha personal en la que, en parte, estás luchando contra tu propia vanidad como escritora. La vanidad por eso que lograste y a lo que no quieres renunciar aunque haga que la claridad se vea menguada. El orgullo por eso que crees que eres capaz de conseguir, esa dificultad que quieres superar, por esa riqueza del mundo que has imaginado, de la trama que has tejido, y que no quieres sacrificar. Además, a menudo le damos más o menos valor a lo que hemos escrito en función del esfuerzo que hemos invertido en ello, y es un criterio muy engañoso. Había leído sobre esta idea, pero he tardado mucho tiempo en entenderlo. Y es que el hecho de que más trabajo no signifique siempre mejor resultado resulta un poco desconcertante, la verdad, ¡y frustrante! Pero cuando lo vas viendo claro comprendes que es por eso que hay que dejar pasar un tiempo antes de corregir y tomar decisiones, porque con el tiempo el esfuerzo que dedicaste a este u otro pasaje importa menos, se te ha olvidado, y es más fácil sacar la tijera y cortar, ponerte tú al servicio de la historia en vez de poner la historia a tu servicio.
Ilustración de Paula Alenda para ¡Qué raro!
Edelvives, 2013.
El otro día en las redes alguien recordaban una frase, siento no tener la cita completa: un buen libro para niños es un buen libro para todos. Hay que detenerse un instante a pensar en lo que implica, pero creo que es una perspectiva estupenda. Sin embargo, pensándolo bien esta es una respuesta que serviría para afinar la pregunta sobre cómo medir la calidad de la literatura infantil y no tanto definir qué es la literatura infantil en sí. ¿Qué está, pues, en el meollo de la literatura infantil en mi opinión?
A nivel de forma hablaría de la claridad, no en el sentido de simplicidad, de falta de matices o niveles de lectura, sino de transparencia en la el acto de leer. Poder decir cosas complejas con nitidez, de una forma sencilla, algo valioso en cualquier ámbito literario.
En cuanto a los temas, pienso como otros muchos que se puede hablar de todo en la literatura infantil, incluso temas difíciles y dolorosos. Lo que no significa en absoluto que sea fácil. Es un desafío saber hacerlo bien. Y uno de los elementos necesarios, a mi entender, es proporcionar en el mismo relato las herramientas necesarias para hacer frente a esa realidad de la que estás hablando, a esos miedos y partes oscuras de la vida. Y no se trata de un manual de instrucciones, sino de algo más profundo que creo que debería estar en el corazón mismo de la literatura infantil. Es lo que Jean Améry denomina Weltvertrauen y Imre Hertész, en su libro Dossier K, traduce como confianza en el mundo. Creo que un libro infantil siempre tiene que ofrecer un atisbo de esperanza, de confianza en el mundo.
Ilustración de Pablo Alabau para La mujer que cocinaba palabras.
Anaya, 2003.
Finalista del III Certamen de Álbum Ciudad de Alicante 2003
Porque se me da bien escribir. En ese sentido me resultó claro que la facilidad era el camino a seguir. Pienso que esto es más sencillo de aceptar cuando eres un niño, y yo comencé a desear escribir siendo muy cría. Además, (¡siempre hay más de una respuesta!), porque leer es parte esencial de mi vida y escribir supone vivir leyendo.
¿Con qué autor actual (artista, escritor, pintor, compositor...,) le gustaría colaborar?
Hay muchos ilustradores cuyo trabajo sigo y me entusiasma. Por suerte, poco a poco voy teniendo oportunidad de trabajar con algunos de ellos y es algo que disfruto mucho. Por otra parte, me encantaría explorar nuevos campos narrativos, el cómic, los videojuegos, el cine de animación... Es algo que espero hacer si me surge la oportunidad.
Ilustración de Anuska Allepuz para la cubierta de
SM, 2014
Nunca me lo había planteado. ¡Qué difícil elegir! ¿Qué tal escribir una obra para Diághilev y sus Ballets Rusos? Música de Stravinsky, decorados de Gontcharova, vestuario de Bakst...
¿Cuál es su próximo proyecto?
Hay muchas cosas en marcha, lo cual está muy bien. Este curso que viene saldrá un nuevo álbum con A Buen Paso, lo que siempre es un lujo y un placer. También un par de libros con SM, entre ellos la próxima novela de Lila Sacher, que ya protagonizó Lila Sacher y la expedición al norte. Un álbum en Chile, con la ilustradora Isabel Hojas. Otro proyecto que empieza a tomar forma con Los Cuatro Azules... Sí, muchos proyectos en marcha. Además, estos días ha salido a la venta una obrita de teatro para niños titulada Lula Luciérnaga. Va acompañada de un teatro de cartón con figuritas de papel, telones pintados y demás, diseñado todo por Paula Alenda. Se puede encontrar en algunas librerías y en la página web de la línea de papelería de Paula, Con Trompa y Cartón. Ha sido un proyecto divertido para las dos y esperemos que dé muchas alegrías a quienes se animen a subir el telón.
TEATRO DE CARTÓN. LULA LUCIÉRNAGA
Diseño e ilustraciones de Paula Alenda
Con Trompa y Cartón, 2014
BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA
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Os dejo el enlace a la página web y al blog de Catalina González Vilar para que sigáis disfrutando de su trabajo.
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