Viaja a Tirinto y haz los trabajos que ordene el rey Euristeo
como si fueses su esclavo.
Y hacia allí se dirigió Hércules para vérselas con su primo Euristeo, ese que cuando nació le arrebató su legítimo trono (aquí) y ahora, no contento con lo usurpado, se iba a convertir en su dueño y señor, en la persona que le podía conceder el perdón por unos actos cometidos cuando la locura había invadido su cuerpo (aquí). Pero pese a las palabras de la sacerdotisa de Delfos, Hércules era plenamente consciente que la tarea que tenía frente a él no iba a ser fácil. Nunca lo era cuando con quien había que luchar era con la mente de Hera, la diosa que aconsejaba a Euristeo en la elección de los doce trabajo.
Para comenzar te ordeno que acabes, que mates y desoyes
a un enorme león que tiene aterrorizado a todas mis súbditos
A Hércules no le pareció mal la primera prueba, él con diecisiete años ya había sido capaz de acabar, sin más armas que sus manos, con el temible león de Citerón. Lo que no sabía es que esta vez su contrincante en la lucha iba a ser mucho más complicado que un simple animal feroz. Bajo la forma del león, que Euristeo y Hera habían elegido como primera prueba, se hallaba escondido un terrible monstruo que asolaba la región de Nemea devorando el ganado y los hombres, además de sentir una especial predilección por los niños.
Tras días caminando Hércules por fin distinguió las huellas de las enormes zarpas de la fiera. Éstas eran profundas, realmente parecían hechas con piedra, lo que daba cuenta de la enorme corpulencia que debía tener el animal. Su rastro le condujo hacía una cueva y en sus inmediaciones se escondió Hércules esperando ver a su presa.
Al caer la noche Hércules escuchó un crujido siniestro. Durante unos segundos permaneció inmóvil, con los cinco sentidos alerta. Lo primero que vio fueron unos colmillos, largos como brazos y afiliados como cuchillos. Aquella bestia acaba de devorar una presa y sus voraces fauces la trituraban como si de paja se tratase.
Era el momento perfecto para actuar. Hércules sacó una de sus flechas y la dirigió directamente a los ojos del león. Pero nuestro héroe no podía creer lo que acababa de ver: la flecha ni siquiera había arañado al León de Nemea. En lugar de clavársele en sus ojos, había rebotado con fuerza, exactamente igual que hubiese sucedido al chocar contra una piedra, cayendo al suelo. Hércules volvió a intentarlo varias veces, pero con cada flecha enviada el resultado era el mismo.
Hércules se acaba de dar cuenta que la leyenda era cierta:
No había piedra, bronce o hierro que pudiese atravesar la piel de aquel temible animal.
Percatado de la presencia de un extraño, el León Nemea volvió a su cueva pero Hércules sabía que le estaba tendiendo una trampa. La cueva tenía dos entradas, si Hércules iba tras el león, éste saldría por la otra entraba y lo atacaría por detrás. Haciendo alarde de su fuerza y de su inteligencia Hércules taponó con una roca una de las entradas y penetró en la guarida del animal.
Pese a la oscuridad que allí dentro reinaba, al fondo se veía el destelló de los colmillos del animal deseoso de atrapar y devorar a una nueva presa. En segundos Hércules tuvo que tomar una difícil decisión: el león era demasiado grande para poder estrangularlo con sus brazos. Debía hacerlo de otra manera, pero debía hacerlo rápido pues el animal ya estaba ya preparado para saltar sobre él.
Aprovechando el momento en el que en pleno salto el León de Nemea abrió sus fauces para atacar a su presa, Hércules metió su puño en la boca del león con la mayor fuerza , atravesándole la garganta.Esta vez el bocado había sido demasiado duro para el animal quien en pocos minutos, asfixiado dejó de respirar.
Pese a respirar tranquilo por primera vez en mucho tiempo, Hércules sabía que el trabajo no había concluido. Si recordáis, Euristeo había pedido a Hércules que matase al león de Nemea y lo desollase. Hércules se encontraba ante otro problema de no sencilla solución: cómo quitamos la piel a un animal, cuya piel supuestamente es impenetrable y las lanzas y la espada rebotaban en ella.
Por supuesto Hércules superó la prueba y demostró, una vez más, tener tanta inteligencia como fuerza.
Solamente el León de Nemea puede contra el león de nemea.
Hércules decidió usar las propias garras del león como si de cuchillos se tratasen y consiguió quitarle la piel. A partir de ese día Hércules siempre se vistió con ella y le sirvió como
armadura.
Y, ¿cómo le sentó a su primo la primera victoria conseguida?, os preguntaréis. Pues mal y además demostró lo mezquino y cobarde que era. Cuando Hércules volvió a Argos con el cuerpo del enorme animal su primo Euristeo no fue capaz ni de recibirlo. El muy cobarde, aterrado corrió a refugiarse dentro de una tinaja de su Palacio y prohibió que Hércules entrará en la ciudad.
A partir de entonces, en los próximos once trabajos, se comunicarían a través de mensajeros. Eso sí ya había pensado, aconsejado por Hera, cual era el siguiente trabajo para su "queridísimo primo"...
Matar a la Hidra de Lerna
Pero esto, si os parece, os lo cuento el próximo jueves.
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