La historia que hoy os contamos tiene por protagonistas al Doctor de Soto, un hábil ratón dentista y a su mujer la señora de Soto. Juntos se dedican a tratar las afección dentales de cuantos animales necesitan su ayuda, no importándoles ni el tamaño ni la especie a la que pertenecen.
El doctor de Soto jamás rechaza a nadie, salvo, tal y como reza el rótulo de su consulta, a gatos y otros animales peligrosos.
Por allá pasan animales pequeños y grandes. A estos últimos los sienta en el suelo y logra acceder a su boca bien subiéndose a una escalera o ayudado por un complicado sistema de poleas al que es izado por su mujer.
Por supuesto semejante demanda se debe a su magnífico trabajo y es que gracias a su habilidad sus pacientes jamás sienten dolor.
Por supuesto semejante demanda se debe a su magnífico trabajo y es que gracias a su habilidad sus pacientes jamás sienten dolor.
El dilema le surge a nuestro doctor cuando un día un terrible y enorme zorro se presenta en su consulta con un dolor insoportable.
¡Por favor!
¡Ten piedad, que estoy sufriendo!
¡Ten piedad, que estoy sufriendo!
Como
buen profesional el Doctor Soto no puede negarse a aliviar el dolor de
ningún animal, así que se pone manos a la obra para tratar el diente
premolar cariado y el mal aliento que también padece su nuevo paciente.
Todo marcha a las mil maravillas, el zorro se porta bastante bien y todos están muy contentos pero la cosa cambia al día siguiente cuando ya superado el dolor decide volver a la consulta a recoger su diente de oro con no muy buenas intenciones.
Por supuesto el Doctor de Soto se las apañará para deshacerse del zorro y que éste reciba su merecido.
Estupenda historia, muy bien narrada e ilustrada que, además de servirles a nuestros chavales para quitar hierro a esa primera visita al dentista, nos enseña que en esta vida no siempre el más fuerte es el que gana. A veces como en David y Goliat la maña y el ingenio pueden mucho más que la fuerza y la maldad.
No es único libro que recomendaría de William Steig, escritor e ilustrador norteamericano que pese a publicar muy muy tarde su primer libro para niños -tenía sesenta y un años cuando publicó Roland the Minstrel Pig y ya era un escritor, escultor e ilustrador famoso y reputado que llevaba más de treinta años haciendo portadas para The New Yorker-, nos ha dejado personajes tan entrañables como el ratón Amos y la ballena Boris, el burro Silvestre protagonista de Silvestre y la piedrecita mágica, Gawain el guardián honesto e inocente de El verdadero ladrón... y por supuesto uno que todos conocéis, Sherk ese ogro entrañable en el que Dreamwork basó sus películas.
El éxito de Doctor de Soto fue grande lo que le llevó a convertirse en un corto de animación dirigido por Michael Sporn que fue nominado a los Oscar en 1984 y a tener una secuela en la que el Doctor de Soto viaja a África.
Espero que lo disfrutéis.
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