martes, 8 de octubre de 2013

El cuento de Pedrito el conejo travieso de Beatrix Potter.


The Tale

of

Peter Rabbit


THE SAALFIELD PUB. Co.
1916


The Tale

of

Peter Rabbit

Había una vez cuatro conejitos que se llamaban Pelusa, Pitusa, Colita de Algodón y Pedrito.
Vivían con su madre bajo las raíces de un inmenso abeto. Una mañana la mama les dijo:
"Hijitos, podéis ir a jugar al campo o corretear por la vereda...,
pero no vayáis al huerto del señor McGregor. 
Recordar que vuestro padre tuvo allí un accidente.
¡La señora McGregor lo hizo picadillo!"

"¡Venga! Ahora id a jugar y 
no se os ocurra hacer tonterías, 
eh! que yo voy a salir".



Entonces la Señora Coneja cogió la cesta y el paraguas y se fue andando
a través del bosque a la panadería.
Allí compró una hogaza de pan moreno y cinco bollos de pasas.
Pelusa, Pitusa y Colita de Algodón, que eran unas conejitas buenísimas,
se fueron juntas por el caminoa coger moras.



          

Pero Pedrito, que era muy muy travieso, se fue derechito al huerto del 
Sr McGregor y...

¡¡¡Se coló por debajo de la puerta!!!
Primero se comió unas lechugas, depués unas judías verdes...

                    Para acabar con unos rabanitos



Después, como le dolía muchísimo la tripa de tanto comer, decidió buscar un porquito de perejil.

Pero al dar la vuelta al invernadero...¡se encontró de bruces con el Sr. McGregor!




El Sr McGregor estaba de rodillas plantando coles, pero en cuanto vio a Pedrito dio un salto y fue tras él gritando :"¡Al ladrón!"

Pedrito estaba muerto de miedo. Corría por todo el jardín totalmente perdido sin encontrar la verja por la que había entrado.



Perdió un zapato en un lecho de coles y el otro en un campo de patatas.


Al encontrarse sin zapatos, corrió a cuatro patas tan deprisa, tan deprisa...



 que cuando ya creía que se había escapado...


 ¡los botones de su chaqueta quedaron enganchados en una red que cubría una mata de grosellas!


Pedrito llevaba una chaqueta azul con botones dorados recién estrenada.


Pedrito se dio por vencido y comenzó a llorar.
Pero sus sollozos fueron escuchados por unos gorriones muy simpáticos  que volaban por allí.


Quienes al oír los sollozos de Pedrito se dirigieron hacia él y le rogaron que hiciese un último esfuerzo.
 
Sr. McGregor estaba ya preparado para atraparle con una criba, pero Pedrito logró escabullirse en el último minuto.


Dejando su chaqueta tras de sí.






Corrió todo lo que pudo hasta que llegó al cobertizo de las herramientas...

Y de un salto se metió en la regadera.




Hubiese sido un escondite perfecto de no ser porque..., ¡estaba llena de agua! El Sr. McGregor sabía que Pedrito se escondía en algún lugar del cobertizo, así que levantó una por una todas  las macetas para ver si lo encontraba.


De pronto, Pedrito estornudó -¡a... a... chís!-


Y el  Sr. McGregor fue detrás de él, intentándo atraparle con su propio pie, cuando...


Pedrito, de un salto, se escapó por la ventana tirando tres tiestos.

Pedrito se sentó a descansar. Estaba sin aliento, temblando de miedo, y sin tener la menor idea de qué camino tomar.

Además estaba muy mojado por haberse metido en la regadera.


Después de un rato comenzó a vagar por los alrededores, dando pequeños saltitos -plop, plop, plop- y mirando a su alrededor.


Encontró una puerta en la tapia que rodeaba el huerto, pero estaba cerrada y no había ningún hueco para que  un  conejito tan gordo como él pudiese escurrirse por debajo.

Pero Pedrito vio como un viejo ratón entraba y salía por debajo de la puerta de piedra, llevando guisantes y judías a su familia que vivía en el bosque. Pedro le preguntó por el camino que le llevaría a la verja, pero el ratón, que en ese momento  tenía un guisante enorme en la boca no podía responder. Se limitó a mover la cabeza la cabeza de un lado a otro y Pedrito se echó a llorar.

Trató de encontrar el camino a través del huerto, pero  cada vez se encontraba más aturdido. De pronto llegó al estanque en el que el señor McGregor llenaba sus regaderas. Allí estaba una gata blanca mirando los peces de colores. Estaba sentada  muy, muy quieta, pero de vez en cuando la punta de la cola se le movía como si estuviera viva. Pedrito pensó que era mejor irse de allí sin dirigirle la palabra...


¡Había escuchado cosas terribles de los gatos a su primo, el conejito Benjamín!
Volvió al cobertizo de herramientas, pero de repente, muy cerca de allí, oyó el ruido de una azada -zaca, zaca, zaca, zaca-

Pedrito se escondió debajo de los arbustos, pero al ver que no pasaba nada, decidió salir y

 se subió a
una carretilla
para echar un
vistazo.





Lo primero que vio fue al Sr. McGregor escardando cebollas. Estaba de espaldas a Pedrito y éste pudo ver como un poquito más allá estaba ...¡la verjaaaa!!!

Pedrito se bajó de la carretilla sin hacer ruido y empezó a correr tan rápido como pudo por un  sendero medio oculto que había detrás de las matas de grosella. Sr. McGregor lo vio cuando Pedrito iba a doblar la esquina, pero ya era demasiado tarde. Pedrito se deslizó por debajo de la verja y llegó sano y salvo al bosque que había al otro lado.

El Sr. Mc Gregor
recogió la chaqueta
y los zapatos
de Pedrito e hizo
con ellos
un espantapajaros
para asustar
a los mirlos.


Pedrito no  dejó de correr, ni miró hacia atrás en ningún momento

Hasta que llegó a su casa, bajo las raíces  del gran abeto.


Estaba tan cansado que se dejó caer en el suelo blando y suave de la madriguera y cerró los ojos. Su madre estaba cocinando, y cuando lo vio llegar, se preguntó qué  había hecho con su ropa...
 
¡era la  segunda 
chaqueta y el segundo  par de zapatos que Pedrito perdía  en dos semanas!
-Lamento tener que decir que Pedrito no se sintió muy bien aquella  noche. Su madre lo acostó y le preparó una infusión de manzanilla amarga... ¡y obligó a Pedrito a tomársela! 

"Una cucharadita antes de dormir", tal y como dice el médico





En cambio Pelusa, Pitusa y Colita de algodón tomaron sopas de leche con pan y moras para la cena.
 




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