jueves, 16 de abril de 2015

MITOLOGÍA PARA NIÑOS: Hércules y los establos de augías

Hace muchísimos años Élide, hoy una ciudad periférica de Grecia, era una región inmensamente rica debido a la gran cantidad de ganado que allí se concentraba. No había región en todo el país que superase en número las reses que Augías, su rey, poseía. El motivo de semejante riqueza poco tenía que ver con las cualidades de éste como ganadero -bastante malo por cierto, como ahora veremos- y sí mucho con Helios, el rey sol, verdadero padre de Augías.


Y es que siendo hijo de un Dios el resto dioses habían decidido que sus rebaños jamás se pondrían enfermos, con lo que año tras año lograba que el número creciera de manera considerable. Además su propio padre le había regalado doce fieros toros que defendían al resto de la manada, consiguiendo de este modo no solo que su ganado se librara de las enfermedades que a otros acechaban sino que tampoco sufría bajas por las fieras de los alrededores.




Pero como nada hacía peligrar su máxima riqueza y, como ésta había sido obtenida sin ningún esfuerzo, el bueno de Augías no se esforzaba, ni un poquito, en mantenerla en óptimas condiciones llegando a abandonar los establos en donde su ganado vivía. Figuraos hasta que punto los descuidó y abandonó que estuvieron más de treinta años sin limpiarse. No puedo ni imaginarme la cantidad de boñigas que debía haber y hasta dónde llegaría el olor insoportable que los establos desprendían.

La situación era tan terrible que los barcos desde el mar se enteraban que estaban aproximándos al reino de Augías por el olor que todo él desprendía

¿Os imagináis cuál fue el siguiente trabajo que Euristeo ordenó a Hércules? Exacto.


Limpiar los establos de Augías...



Sí, sí habéis leído bien, esta vez el trabajo de Hércules poco iba a tener que ver con monstruos o seres terribles. Lo que se le encomendaba era limpiar, él solo, las cacas acumuladas durante más de treinta años. Está claro que el mandato tenía como único interés ridiculizar y humillar a Hércules, pero como siempre nuestro héroe, sin rechistar ni una pizca, partió hacia a su nuevo destino.



Cuando por fin llegó a Élide lo primero que le sorprendió es que pese a percibir un hedor terrible, como jamás lo había sentido en su vida, un hedor que incluso le llevó a pensar en utilizar la tela con la que filtró el veneno de la hidra (aquí), los habitantes del reino vivían al margen de él. Se habían acostumbrado.



A diferencia de en otras ocasiones el propio rey lo recibió en Palacio pues las hazañas de Hércules eran conocidas y admiradas por toda Grecia. Tras un suculento banquete en el que incluso Hércules presumió de su fuerza llegó el momento de hablar del trabajo que Euristeo le había encomendado. Hércules no dudó en ningún momento que sería capaz de realizarlo e incluso se jactó de que lo conseguiría en un solo día.

A Augías le parecía una tarea tan imposible que hizo la siguiente promesa:

Si consigues limpiarlos en un solo día
te daré la décima parte de mis rebaños.

Con lo que no contaba Augías es que estaba ante un héroe que no solo destacaba por su fuerza sino también por su inteligencia.  Hércules ya había visitado los establos y había comprobado que dos ríos bastante caudalosos, el Alfeo y el Peneo, pasaban muy cerca de allí. Lo que nuestro héroe hizo fue usar su fuerza para abrir dos canales con los que desviar el cauce de los ríos y, derribando los muros, hacerlos pasar directamente por el establo,  arrastrando a su paso toda la suciedad.



Cuando Augías descubrió que Hércules había realizado la hazaña en un solo día, montó  en cólera, pues ahora le tocaba cumplir su parte del trato y regalarle la décima parte de su ganado. Como cabía esperar el rey se negó a cumplir su promesa alegando que el trabajo lo habían realizado los ríos, y cuando el testimonio de su hijo Fileo convenció a los jueces para que le dieran la razón a Hércules, Augías le desterró del reino.



Y, ¿qué pasó con Euristeo -ese cobarde que siempre acababa en una vasija (aquí)-, cuando se dio cuenta de que lejos de humillarlo, Hércules, con el quinto trabajo había conseguido una nueva hazaña con la que incremetar su fama? Pues se negó a contabilizar la limpieza de los establos de Augías como un trabajo,  alegando que Hércules había solicitado un salario a Augías, con lo que el trabajo no había sido realizado en exclusiva para él.

En definitiva el pobre Hércules que ya había cumplido con éxito  seis de sus diez trabajos, se encontraba que en lugar de cuatro le faltaban otros seis, pues si recordáis ya hubo otro que fue rechazado por Euristeo. (aquí).




¿Cuál será su próximo destino?
Lo sabremos el jueves que viene.




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