Visitar la sección de arte para niños de cualquier librería especializada o biblioteca es un auténtico deleite. Los libros de este temática están de moda y se han desarrollado de manera espectacular en las dos últimas décadas. Profesores, historiados, pedagogos, artistas... se han dado cuenta de la importancia del estímulo de los sentidos desde los primeros años y en esto el libro de arte, si bien no reemplaza la obra, puede ser un vehículo perfecto.
Tenemos libros para todos los gustos, temáticas... Desde clásicos como la serie de Carlota creada por James Mayhew, en donde esta niña en su vista a los museos vive un sinfín de aventuras con los protagonistas de los cuadros -una peculiar manera de acercarse a la obra de arte que en su momento supuso todo una revolución y ha sido copiada por muchos otros autores- a los más recientes y geniales libros de Patricia Geis publicados por Combel que combinan historia del arte con imágenes,
espectaculares pop-ups y actividades divertidas para descubrir obras tan célebres como La Mona Lisa o Las Meninas - os hablaré de ellos porque son francamente buenos- pasando por infinidad de monografías de pintores, de obras, libros de viaje...
Pero los que a mí últimamente me tienen más interesada, o mejor dicho a mi querida hija, son aquellos que desde una manera absolutamente lúdica, teniendo el juego como principio, convierten al lector en el protagonista de la historia, en el detective que busca las huellas del cuadro, en el joven espectador que mediante juegos o adivinanzas es capaz de ser partícipe de una manera activa en el proceso de contemplación.
Os he hablado ya de dos clásicos de esta tendencia de libros que enseñan al niño a mirar, a aumentar la capacidad de observación y concentración de nuestros chavales ante un cuadro: Mirar con lupa de Claire d´Harcourt y Cuéntame un cuadro de Quentin Blake. Dos clásicos que junto con los libros de Gillian Wolfe ¡Zoom… en el arte!, ¡Mira! El lenguaje corporal de la pintura y ¡Mira! La luz en el arte se han convertido en tres referentes indispensables en este camino que proponemos de encontrar guías con los que guiar a nuestros chavales hacia el disfrute de una obra de arte, porque en esto como en casi todos los procesos de aprendizaje la motivación y el entrenamiento son fundamentales. Hablaré de los libros de Wolfe pero hoy me quiero detener en otros dos ejemplos más recientes que en mi casa nos tienen fascinada: el primero de ellos lleva por título ¿Cómo lo ves? y pertenece a la colección Look Again! editada por The Metropolitan Museum of art en multitud de idiomas y formatos.
La idea es muy simple. Elegimos una decena obras, realmente el libro contiene quince, que pueden ser cuadros, dibujos o fotografías, de la que seleccionamos una parte curiosa y ocultamos todo el resto. Lo primero que va a ver el niño es esa pequeña parte y acto seguido tendrá nuestra la pregunta: ¿Qué es lo que ves? El niño verá un jardín, una lata de sopa, una vaca, una regadera, una mano que lleva una flor...
¿Estás seguro?, le preguntaremos y tras dejar volar su imaginación daremos la vuelta a la página y veremos el cuadro completo en donde el jardín se ha convertido en un peinado que nos habla de Francia de María Antonieta, la lata de sopa no se encontraba en la despensa sino en un vestido de Andy Warhol, la regadera en lugar de un jardín estaba en el estudio de baile de Degas y la mano que llevaba la flor no es la de una mujer sino la del dios hindú Krisna.
El jardín de flores (detalle).
Matthias Darly. (1740-1778)
Bailarinas practicando en la barra.
Edgar Degas, 1834-1917.
El vestido sopa.
Andy Warhol, 1966-67
Un nuevo juego para la imaginación, para ver más allá de la primera impresión, para aumentar nuestra capacidad de concentración ante una imagen o para ver que en todo cuadro se encuentra una historia que nosotros espectadores podemos descubrir. En definitiva otro ejemplo que consigue que el niño participe de una manera activa en el proceso de contemplación de la obra de arte convirtiéndole en el protagonista.
Un orfebre en su taller o San Eloy en su estudio.
Petrus Cristus, en torno a 1444.
Como todos los libros de los que os he hablado hasta el momento cada ilustración se acompaña con una interesante explicación en la que
se habla del cuadro, de su artista y de la intención que tenía cuando lo
pintó.
Si os gusta la idea otro libro muy similar, con el mismo planteamiento de dejar volar la imaginación a partir de un pequeño detalle de la obra para luego mostrarla en su totalidad es Mis 10 primeros cuadros de Marie Sellier.
Espero que os gusten.
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